martes, noviembre 15, 2005

He muerto















Estoy muerto.
Es mentira que respiro.
No es verdad que escribo,
que puedo ver,
que siento frío.

He muerto.
Mírame bien,
descubre mis defectos,
mis ojos,
mis pupilas.
¡Siente mi fúnebre aliento!






















No te engañes,
mi cuerpo no está tibio,
mi corazón no está latiendo.
Tus ojos no me ven,
tu boca no me besa;
yo no existo,
¡He muerto!
¡Estoy muerto!

Mis pasos ya no tocan el suelo,
el aire no mueve mis cabellos,
ya no percibo aromas,
ya no siento asco.

¡Estoy solo, muy solo!

Soy un espectro invisible
que viaja en círculos,
que se desliza por toboganes sin salida,
que grita y nadie le escucha,
que miente a la nada.

He muerto.
¡Estoy muerto!

Amo
a la noche oscura,
a las estrellas,
al sol...
¡Las estrellas son mías!
¡Soy invencible!

Los muertos también amamos,
amamos sin esperar
que la inercia respire...
Pero obsérvame,
hazlo.
¡No dejes de mirarme!

¡Estoy solo, muy solo!
¡Muerto!

Bésame;
que tus diminutos bustos,
mientras lo haces,
aparenten estar sobre mí,
desnudos y duros.

Que siempre perdure en ti,
esa fantasía irreal,
tibia y llena de amor,
que te consuela en la noche
haciéndote feliz.

Estoy muerto,
he muerto.
No he sangrado.
Ninguna bala
me ha destrozado el pecho,
no me ha cortado,
navaja alguna.
Tampoco existió un dogal,
o un patíbulo.
Nada hirió mi cuerpo;
pero ya no existo más.

Mi muerte ha sido
dolorosa e inhumana.
Soy un aborto;
el vientre que me llevaba,
se llevó mi aire.
Vivo en tinieblas.
La noche me acoge
y las estrellas...
no me brindan su ayuda.

He muerto
¡Estoy muerto!

¿Siéntes mis besos,
mi aliento?
¿De verdad así lo crees?
Es mentira,
yo no estoy aquí.
Tu mente onanista te engaña,
lo que escuchas y haces
no pertenece a esta realidad.

Antes tú y yo
éramos uno solo,
un cuerpo hermafrodita.
Yo estaba dentro de ti,
creciendo...
Hacía lo que era correcto,
si sufrías,
si llorabas,
si tenías miedo,
si necesitabas ayuda,
tambien yo.

Todo tu tiempo era el mío;
me enseñaste cosas,
me hablaste de la paz,
del pecado,
del mundo de afuera.
Entonces comprendí
que no estábamos solos,
que habían miles como tú.

Necesitaba otras caricias,
otras manos,
otros vientres...
Pero me sentía tan bien contigo.
¿Cómo pudiste pensar que me iría?

Tus palabras redundantes,
tus noches de placer,
tu saliba,
tu lengua,
¡Tu satisfacción!
Y yo el hijo ideal,
el que callaba y escuchaba,
el que aprendía...

El tacto, la visión,
mis sentidos.
"¡No puedes tocar ni mirar!"
"¡El fruto prohibido!"

Mis ojos no sangraron,
simplemente dejaron de ver.
Ya no sentí tu piel...
¡Por qué me mataste!

Conforme avanzaba el tiempo,
de tu vientre instructor,
el aire se escapaba ,
trasformando tus palabras en ecos.

El espacio se reducía,
tu voz se volvía un rumor.
Y pronto...
ningún sonido.
Todo había terminado

He muerto.
¡Estoy muerto!

Mi amante necrófila,
vehemente onanista,
mírame por única vez,
antes de que me pudra.

Apúrate,
la noche se acaba.
Nó, no más lágrimas.
No finjas,
solo buscas placer.

Se terminó,
Vístete,
y márchate luego.
No vuelvas,
vete con los tuyos,
con los que viven.
¿Qué no lo entiendes?
Estoy sin vida.

Si,
como siempre tus lágrimas,
tu amor fingido,
y finalmente,
tu promesa de no regresar,
Si claro,
ya te hartaste,
no soportas a los muertos,
te irás y no volverás.

Pero si lo harás,
siempre lo haces.
En fín,
da lo mismo,
ya estoy muerto.




Continuar leyendo... »