sábado, enero 24, 2009

Carta 12

Ya no me siento solo


En parte, ya no me siento tan solo, ni triste, ni tengo ese dolor de cabeza abrumador que suele perseguirme con insistencia, ni me duele el estómago. Tampoco hace frío ya: esta tarde más bien está calurosa.


Afuera, creo yo, el mundo sigue conspirando contra mí. El plan que tiene, yo lo intuyo, es macabro: cuando logre verme desprotegido y sin defensas, me aplastará como a un gusano. Toneladas de tierra, lodo, arena y más, veo venirse por mis espaldas, sepultándolo todo (también a mis rastros).

Implica mucho estar vivo para saber lo que a uno le espera. Hay malicia, incertidumbre, arrepentimiento, miedo, hasta cierta consigna y grado de intelectualidad en cada pronóstico por vivir; pero la razón de sabernos vivos no radica en saber lo que debe sucedernos, todo lo contrario, el "no saber" comprende un universo de perspectivas y cosas nuevas.

Es como se quiere estar. Entonces la muerte se consuma patética y hostil, venerable, muy ensimismada en su soberbia. De ella (de su oscura boca), miles de versos fluyen ostentosos, versátiles, mostrando en cada figura un escenario fútil, nada novedoso pero incomprensible para cualquiera.
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