miércoles, abril 15, 2009

Cantar de los cantares


Canto cuarto

Ella
Yo dormía, pero no mi corazón,
Y oí que mi amado llamaba a la puerta:
"¡Ábreme, amor mío;
hermanita,
palomita virginal!
¡Mi cabeza está empapada de rocío!
¡El rocío nocturno me corre por el cabello!”

“Ya me he quitado la ropa;
¡tendría que volver a vestirme!
Ya me he lavado los pies:
¡se me volverán a llenar de polvo!"

Mi amado metió la mano
por el agujero de la puerta
¡Eso me conmovió profundamente!
Entonces me levanté
para abrirle a mi amado.
De mis manos y mis dedos
cayeron gotitas de mirra
sobre el pasador de la puerta.
¡Al oírlo hablar
sentí que me moría!

Abrí la puerta a mi amado,
pero él ya no estaba allí.

Lo busqué y no lo encontré,
lo llamé y no me respondió.
Me encontraron los guardias
que hacen la ronda de la ciudad;
me golpearon, me hirieron;
¡los que cuidan la entrada de la ciudad
me arrancaron el velo con violencia!

Mujeres de Jerusalén,
si encuentran a mi amado,
prométanme decirle
que me estoy muriendo de amor.

Coro
¿Qué de especial tiene tu amado,
hermosa entre las hermosas?
¿Qué de especial tiene tu amado,
que nos pides hacerte tal promesa?

Ella
Mi amado es trigueño claro,
inconfundible entre miles de hombres.
Su cabeza es oro puro;
su cabello es ondulado
y negro como un cuervo;
sus ojos son dos palomas bañadas en leche,
posadas junto a un estanque;
sus mejillas son amplios jardines
de fragantes flores.

Sus labios son rosas
por las que ruedan gotitas de mirra;
sus manos son abrazaderas de oro
cubiertas de topacios;
su cuerpo es pulido marfil
con incrustaciones de zafiros;
sus piernas son columnas de mármol
afirmadas sobre base de oro puro;
su aspecto es distinguido
como los cedros del Líbano;
su paladar es dulcísimo.
¡Todo él es un encanto!

Así es mi amado,
así es el amor mío,
mujeres de Jerusalén.

Coro
¡A dónde se ha ido tu amado,
hermosa entre las hermosas?
¡Iremos contigo a buscarlo!

Ella
Mi amado ha ido a su jardín,
a su jardín perfumado,
a apacentar su rebaño
y cortar las rosas.

Yo soy de mi amado, y él es mío,
él apacienta sus rebaños entre las rosas.

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