(Sor Juana Inés de la Cruz)
El ausente, el celoso, se provoca,
aquél con sentimiento, éste con ira:
presume éste la ofensa que no mira,
y siente aquél la realidad que toca.
Éste templa, tal vez, su furia loca,
cuando el discurso en su favor delira,
y sin intermisión aquél suspira,
pues nada a su dolor la fuerza apoca.
Éste aflige dudoso su paciencia,
y aquél padece ciertos sus desvelos;
éste al dolor opone resistencia,
aquél, sin ella, sufre desconsuelos;
y si es pena de daño, al fin, la ausencia,
luego es mayor tormento que los celos.
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