En honor a esas doce veces…
1
Deseo acariciar tus manos en un instante eterno,
lento, acorde al suplicio del tiempo,
que sigue su marcha sin detenerse…
Deseo no escarbar preguntas,
tal si tu cuerpo lo previera,
sin razón de ser, que lo es el todo.
Nada enraíza mis ánimos,
pero quiero detenerme,
aquí, donde no hay mucha luz.
Es de noche, sí.
2
Con algunas letras vertidas a través de tu tacto,
en un sobre cerrado,
envíame un pedazo de ti.
Si lo hicieres,
cualquiera que fuese el órgano de tu elección,
deposítalo con cuidado,
sin borrones.
Un pedazo de ti.
Que sea tus manos,
o tu cabeza,
o alguna parte visible:
no tu corazón,
no lo que pueda expresar tu cerebro.
Un pedazo de ti.
Ponlo sobre papel corriente,
con letra espontánea,
sin correcciones…
Para tenerte cerca,
nada más.
3
Si supiera que todo está bien,
te desearía sin control, como debe ser.
Pero sé más que eso:
o quizás nada…
4
Dame un poco de ti:
que sean migajas.
Seré feliz con ello.
O tal vez no esté hablando en serio,
y te prefiera completa.
5
Acaso no hay un resquicio por donde puedas acercarte hasta mí para mirarme más de cerca y leer en mis párpados la inocencia que arrancaste de a pocos, con premura, sin que pudiera ser ese que por las circunstancias no hizo más que detenerse y refugiarse en bregas embusteras sino, ¡cómo me gustaría que no fuese así!, aún hoy, siendo aquel que no ha movido un dedo, con gusto iría descarrilándome por un vil abismo, sin marcha atrás.
Sólo esperaré el final, en tus sábanas perfumadas, con los ojos cerrados… Tal vez todavía puedas verme.
6
Con esas puertas que has cerrado tras de mí, a oscuras, podrías no encontrar nunca la salida a tus respuestas; o es como dices, si el que no ha mentido soy yo; o es más bien de otro modo, como la espesura de tu voz quebrantada en rumores que me acarician el oído despacio, con tacto suave y delicado, de tu lado bueno…
7
El desbarajuste de mis pensamientos diseminado en tus labios,
ahondado en el boscaje de pseudos senderos dejados atrás,
es un desquiciado presentimiento que me obliga a no entenderte.
No es una continua acometida mi desosegada marcha,
ni el perdón es un aliciente que me obliga a escribirte;
nada de eso: tu presencia es una excusa inmutable,
estímulo de mi fugaz pero creciente inspiración.
Todo está dicho,
y quizás el ego no es la fortuna que me ennoblece,
quizás tus respuestas apresuradas no son el motivo,
quizás no es suficiente tu respiración…
Lo sabes ya,
acaso debería gritártelo al oído sin detenciones,
tal si no existiera otras razones que me justifiquen,
esperando ser aquél a quien prefieras por sobre todo,
sin que me sirviese de tu encanto diseminado en otros cuerpos que,
sin embargo (debo hacerme la idea)
ninguno es el mío y están por todas partes, recibiendo de ti tu canto,
vanagloriándose de poseerte, sudando por las noches,
esperando atenciones tuyas, viéndote esparcir humo por tu boca y,
con las mismas creencias que me inspiraste al inicio.
Y tu nombre, admitido en mis desvelos,
no es más que un emblema de distinción,
uno que enorgullece a quienes les ha tocado pronunciarlo en voz baja.
Sí, y tu cuerpo es aún más que eso:
es un lienzo sagrado que se contornea blandiéndose en defensiva,
alerta a las suspicacias de quienes pudieran desearte.
Hay cierta santidad en tu ser, justificada.
No hay malicia que te abrace:
no, tus deslices son benévolos;
si mientes, lo haces por tu naturaleza y tu pasado hostil;
si tus palabras embelezan, es por que buscas un refugio;
si lloras, es por que tus ojos están propensos…
No, cómo puedo decir que guardas maldad, ¡no la hay en ti!
¿Ahora qué?,
ya te lo dije: no habrá suplicios en este día.
Confórmate con tus palabras e imagina que son las mías:
cualesquiera que fueran está bien.
Dilo para ti, así es como entraré de nuevo a tu ser.
Refúgiate en mi, consuélate, échame de menos…
Yo estaré de este lado, confirmándolo todo.
Hazlo ya, es el momento.
8
Los párpados que decidiste esconder ahora me observan sin miedo, desprendidos del sueño que motiva las desilusiones; si, hoy es un castigo tu sombra, y tus manos, me van a enseñar el motivo de la divinidad que profesas… No, sólo derrúmbate junto a mis pies, ven contenta, sin rencores, acércate como quien no entiende lo que necesita sentir, y ámame, mantente uniforme con mis súplicas, escondida en tus desatinadas negativas…
Todo de ti, o partículas; tu sonrisa o tu vientre; tus manos, aliento… o simplemente, el recuerdo que se apaga con las melodías de esas canciones que componen el eco de tu alejamiento… Todo, acaso el rumor de tus pasos, acaso tus pensamientos…
9
Calculemos, juntos, sin demora,
ese tiempo que nos condena sin paz.
Juntos,
sin nadie cerca,
apartados de todo este absurdo.
Calculémoslo ya,
con precisión,
con nuestras manos,
con nuestros pies,
con todo de nosotros…
Y hagámoslo,
sin respirar demasiado,
sin asperezas,
como si fuéramos uno.
Ven conmigo,
sin miedo, sin dudas.
Ven,
restemos ese tiempo malo,
y escondamos la malicia.
10
Se consume mi cuerpo en el fuego de tus pupilas;
aquellas que me observan mintiéndome,
sin paz, desde tu cabeza llena de perfección…
No hay deleite en esta noche sin tu voz:
no lo hubo nunca; pero mejor:
que se sirvan otros de tus caricias;
que otras manos, perturben tu pecho.
¡Yo no más!
Me extinguiré sin consuelo,
llevándote en mis entrañas,
extasiándome con tus recuerdos
(perdidos ya),
en este ser que abarca el infinito,
y que es casi nada.
Y el precipicio,
como sabiendo de mis culpas, consolador,
deja que me abandone en sus fauces, con él.
¿No es acaso regocijo y no castigo,
el abismo que me ha concedido esta caída?
¡Lo es!
¡Y tus ojos no son los culpables!
¡Soy yo!
11
De esta matriz que conforma el espacio de mis manos, levanto gradas que sabrán perderse en tu regazo que alguna vez fue acogedor.
De esta matriz, digo
porque el sueño estremece:
¿no ves que no puedo?
Vibran mis palabras
con llanto oculto
sobre tus campanas,
que son tus pasos
alejándote.
¿Dónde buscar?
Quién encontrará esos pedazos de carne caída.
¿Lo sabes tú?
Va la Vida en línea recta,
con mis pesares, odio,
discapacitada de los entusiasmos,
al otro lado,
a donde no pueda tocar tus manos…
Vida, ¿tienes vida?
No importa, son palabras:
no existe el entendimiento.
No existe el sudor de tus encantos dejados en tus sábanas;
no existe nada.
Y si ves,
solo es este ser, que te acompaña…
.......................................... nada más.
12
Escarbaré recuerdos en tus pezones en busca de satisfacción. Sabrás de mí, mucho más cuando esté ausente, perdido en tus caricias negadas… O el mundo se ha escondido en esta tarde, y yo no estoy de humor para predecir lo que acontece dentro de mis ojos, que no ven, que están cerrados…
Marca las estrías de mi lengua con tu resentimiento, para que descubras la desdicha que tanto bien te hace, y salta al otro extremo, sin paz, a donde mi cuerpo aún yace desnudo, a la espera de tus ultrajes. ¡Es, aquello, tus marcas, el desprecio vendido de tus manos!
Los espejos que imaginamos no están más en ese lugar que me indicaste en nuestros buenos tiempos: se han perdido. No en vano la pasión está ausentándose con el sudor que emana de tu vientre, enjuagando mi boca, haciéndola expresiva, comunicándola con tus fascinación no habida que jamás me fue permitido explorar.
El silencio ha marcado el perdón; de todos lados el cántico de mis ensueños se verterá en los atardeceres que no se ocultan a tu calor. Con brío suave, enternecedor, tus ojos han de verme silencioso despedirme de las llagas que no dejan de atormentarme y por las cuales he vencido el claustro que me acongoja, acondicionándolo sobre mis espaldas para que me brinde calor…
No, la razón me desborda la tranquilidad; pero a ella me debo: por ella es por quien me guardo. ¡Oh! Qué razón es aquella que me desvanece y me satura de perdigones de desasosiego! Ha de ser la hermosura de tus pezones prohibidos, latentes en ser obsequiosos solo a tu tacto, o ha de ser, pensando en el desbarajuste de tus incalculables reproches, el desatino de tu aliento sentenciador, malsano a mis oídos, que me aletarga en esta inmensidad que significa tu ausencia. ¡Basta ya! Créate un lugar deshabitado, escóndete en las galerías irreales de tus pensamientos, sumérgete en mi regazo que es el tuyo, y háblame desde algún rincón desde donde no pueda verte. Háblame, sí, que tus palabras me transporten con la brisa de tus encantos; y que mi silencio sea el eco de tus rumores. ¡Yo oiré! ¡Y me acordaré a medias de tus entonaciones!
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