Primera parte
1
Abre
mis recuerdos
con tu vientre.
Con tus alas oscurecidas
describe el recorrido
del péndulo sangriento
que retiene tu cuerpo
sobre el viento.
Que tus manos de papel
recojan
mis excrementos.
Y sobre mí, pon tu dedo.
Abre las paredes
de aquel silencio atroz
que persiguen los dioses.
Sácame de esta tierra,
déjame ver tus talones,
hazme beber de tu fuente,
derrama en mí tus lágrimas
y agrieta
mis desvelos
cual dulce caricia,
con tus vahídos sueños.
Abre tus fauces
para tragarme.
Te aceptaré;
dejaré que me colmes
de saliva.
Viviré en tu garganta,
viajaré por tu lengua,
me esconderé
entre tus dientes.
¡Bah!
¡Sí seré feliz!
2
Maltrata este cuerpo
con tus faldas de odio;
que tu sudor enfríe
el mutismo de mis manos.
Apriétame las espaldas.
Si me ves caer
levántame en dos mitades.
Si voy despierto,
espántame,
acurrúcame junto a ti,
para molestarte,
para que sientas mis venas
dentro de tu sostén.
Véndame los dedos
con tu aliento
y esparce tu veneno
sobre mis relieves.
Escúrrete,
sáciate,
ensúciate,
mójate de vergüenza,
grita,
sacúdete,
sacúdeme,
vibra,
condena a tu inocencia,
mata a tu dios,
mátame.
Mas cuando la lluvia
de cuanta partida
golpee tus espaldas,
ve vertiendo
miradas de pésame.
Ve, y junto a ti yo.
3
Vamos, ya,
cuélgame ahí,
donde prefieras,
o hazlo
cerca de las sombras
de aquellos espejos
junto a tu vulva.
Sabiendo poco,
recitaré
versos de sumisión
con la boca cerrada:
diré todo
sin decir nada.
Seré ese siervo que te sirve
y complace en todo
sin serlo.
— ¿No hubo intención?
— Como quieras:
te perdono,
te perdonaré
mil veces más.
4
Quiero perderme,
ahogarme en tus espinas,
llegar a tu silencio,
saturarte de caricias,
respirar sueños,
vomitar esperanzas,
comunicar desdichas,
ensuciarme con palabras,
colgarme de tus pezones,
arruinar tus huesos,
ensuciar sábanas,
posar en tus glúteos,
arder en vano,
apagarme con tu sudor,
rodar por dentro,
gemir (suplicar no),
y quiero, sobre todo,
descender lento
hasta el comienzo,
para otra vez perderme.
Vida es, Vida.
Vida.
Vida.
De ida vas y desciendes
de la vuelta perpetua
al eterno precipicio;
De ida, detenida,
en silencio que enmudece.
Vuelta, qué vuelta.
¡La que viene!
Calla Vida,
no te entrometas:
deja de lado tus pies
y busca otras caras.
Déjame,
no necesito tu bondad,
no quiero tocarte.
Apártate ¡es mía!
¡No me arrebates esta cuerda!
5
No he sabido,
desconozco
tus encantos.
Si aún lo deseas,
puedo cantar,
puedo, bracear
con mis labios
hasta encontrarte.
Debo.
Si mares de placer
se abren en tus gemidos,
cortas han de ser las puertas
que se cierren en tu voz.
Si callas, como hoy,
no ensucies oídos:
grita
y permite que te silencie.
(Hablo de ti)
Círculos bastan,
cárceles sobran.
Ir mas allá,
tez,
a mostrarte,
es ungir de vértigos
los ojos ajenos.
6
Camina sobre mí
cuando mi sol evidencie
algún insano atardecer.
Olvida tus manías.
Si el aire me suplanta,
perdona.
Si el cielo se cae,
perdona.
Si ves la lluvia,
si sientes mi aliento,
si mis manos te cortan,
perdona.
Mas si vieras luz
en aquellos años
que el hambre
en sí guardó,
odia.
Si vieras
esas puertas
que me invaden;
si vieras
otras manos afiladas;
si vieras (¡debes ver!)
los rugidos venenosos
de otros sueños,
entonces,
golpea con fuerza,
vierte males,
destierra tu indulgencia.
Camina sobre mí,
traga arena de mi desierto
en tanto me voy perdiendo.
7
Solloza
con mis pupilas
para que enmudezcas.
Recupera mis temores,
detente entre mis canciones;
O ábreme tu ombligo
para que mis oídos
se embeban de ti.
Oh!
Qué grande es mi cielo,
qué diminuto este ser
que escribe
y busca
algún sentido
con sus palabras.
Qué diminuto,
e infinito,
e irregular,
del tamaño
del desencanto.
8
A donde
el destino
me lleve
en esta noche,
ahí he de estar
sumergido
por siempre,
hasta dar conmigo.
Recuerda:
mis brazos
te abrirán caminos.
Sabrás llegar.
Buena suerte:
es el final.
Dime,
¿es el final?
O es un sinsabor
de los paseos
que a través de las aguas
tus ojos
supieron reconocer.
Qué más da,
la peste es única,
la caída adormece,
los años muerden los pies;
Qué más da,
si los puercos
avistan mareas
que a los hombres
sumergen y matan
9
Recógeme
hoy
que he muerto.
Mañana llévame
a los espantos
que suelen aunarse
en las esquinas.
Ojos,
manos,
peldaños,
tierra.
Voy, madre,
ansío abrazarte.
Voy, espera.
10
¡Maniátenme de manos!
Sí.
Sí.
Las pupilas merecen.
Espectáculo soy,
lágrima.
Segunda parte
1
Ser minúsculo que habitas en mis entrañas,
consume mis recuerdos para que no existan.
Véndame las canas,
consuélame,
satúrame de espanto.
Hazlo, ya,
y ven conmigo,
salgamos,
llevemos la esperanza a otro lado,
lejos.
Salgamos,
ayúdame a descubrir
las canciones
que he de cantar en el más allá.
Y si acaso se acabara la paz
y mi cuerpo
sin estigmas en el tercer día,
se llegase a pudrir,
habría que implorar devolución,
habría,
para obtener el permiso,
que recurrir al dolor.
Ser minúsculo que habitas en mí,
permíteme ver mis ruegos,
aleccióname sobre el pudor,
muéstrame el ojo de tus caminos:
que tu ubre me guarde
de esta fría inmensidad.
Sabes tú de mí,
lo sabes,
eres maldito
entre malditos.
Me aprisionas,
no me dejas ser poeta,
me desconsuelas,
me debilitas.
Y de dónde vienen las súplicas.
A qué voy a recurrir ahora.
No han sido suficiente las palabras,
la melodía me hace recordar,
no quiero seguir...
Voy, ve, dile.
No puedo.
2
Alguna ortiga mansa es
vientre de mi esperma.
Mi orina
habla de fantasmas
con voz apagada.
Los nuevos son:
ellos rieron,
apuntaron por detrás;
hasta colgaron
sus avisos
entre sus hombros.
De sus gargantas flojas,
ecos componen súplicas.
De sus fiebres,
van
desde atrás
témpanos de mí.
Basta Ser,
basta.
Acallémonos,
sentémonos juntos
y bebamos de la misma copa.
Bebe mi sangre,
traga mis pesares,
mastica mis alegrías:
ya más tarde,
cuando el placer te desborde,
vomítalo todo.
Yo haré lo mismo.
Callo,
oigo,
remo,
¡al fin en la arena!
Me arrastro,
doy un paso,
dos,
tres,
cuatro, cinco...
¿Lo ves?
Huir no podemos.
3
Juegan mis manías
aburridas del viento
en jibosas espaldas.
P
a
rece dura
la caída.
¡N O H A B L E S!
4
Muerde el suelo
mi nariz:
mastica sus olores.
Vean,
qué amarga es la tierra
y qué hostil
el placer muerto.
Qué viene.
Dos.
Viene.
Iré de ti
al camino.
Iré
con lluvia
por entre los montes
hasta el otro lado.
Voy.
Dame el bar
de tus lagrimales;
dámelo,
briago seré
con pocas gotas.
5
Con mis ruegos
por alguna colina
el agua se vierte.
Va constante,
lenta,
llevando impurezas
que mi alma
ha sabido reciclar.
Van mis ruegos
con mi cuerpo herido.
Me abraza la soledad,
me abandona el pecado:
libre soy.
Sangro,
debería no mirar,
debería no respirar,
debería no moverme;
pero miro, respiro
y me muevo siempre.
Sangro,
el agua se tiñe,
mi cabeza está fría,
mis pulmones palpitan.
Muerto no,
la muerte no agrada.
Muerto no.
Yo vivo.
6
Vamos, levántate,
apresúrate...
Suenan las campanas,
la música...
La hora a llegado;
si no huyes
no habrá compasión.
¡Es la muerte!
¡Es la muerte!
Viene por ti,
a buscarte.
¡Te llevará!
(Eso me dijo un mensajero)
Y aquí me quedé
esperándola.
Está pronta a llegar
y con ella,
viene la paz
y el olvido.
7
Vidas se van
en baúles azules
Vidas,
malditas,
encuentran manos
que cogen sueños
a toda hora.
Vida.
Tienes vida, Vida.
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