(Alguna experiencia la marcó sin que por ello se sintiera obligada a desterrar sus ansias de continuar; aquella vez, si es que existió tal, sus entrepiernas se llenaron de lágrimas rojas y sus espacios, que merecieron un tiempo atrás la total reverencia de otros mortales lejos ya de su presencia, optaron por congelarse y por adoptar el rechazo al calor. Entonces no hubo consuelo que sirviera para su espanto, ni caricias, ni retenciones de bondad perpetua.)
0 comentarios:
Publicar un comentario