martes, abril 28, 2009

Era cano y moreno


Miguel hernández
(Fragmento del auto sacramental Quien te ha visto y quien te ve, 1934.)

Era cano y moreno,
alto y mejor mirado que una roca
florecida de hinojos y cantueso,
nutrida de jarales.
Como la paz de bueno,
la regalada llaga de su boca,
entre la voz y el beso
destilaba panales.
¡Ay dolor sin compaña!
¡Ay pena sin pareja!
¡Ay qué grande sin él es la cabaña!
¡Ay qué sola sin él está la oveja!
Despiértate a mi queja:
no duermas, que me muero,
no mueras, que no vivo.
¡Válgame, mi cordero!,
¡qué triste!, ¡qué roncero!,
¡qué blanco!, ¡qué inactivo!
Te dio el sueño un acero,
y para que durmiera
te dieron en la frente
una piedra de mala cabecera.
¡Ay sangre! Espera, espera
que recoja tu vino diligente
antes que haga este monte regadío;
que mi amor no se quede de vacío,
que el sabor de tus venas me alimente.
¡Ay, no te acabes, fuente!
¡Ay, déjame pastar en tus corales
exprimidos por una mano dura!
Soy oveja metida entre zarzales,
si de tu amor mi boca fue pastura.
¡Ay, majada segura!,
no dejes que me pierda en los alcores
armados de alacranes y culebras;
que paste sola agrillo de temores,
que embarrancada quede en estas quiebras.
¡Ay flores!

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