Sor Juana Inés de la Cruz
Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba,
procuraba que fuese más crecida.
Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.
Y cuando, al golpe de uno y otro tiro,
rendido el corazón daba penoso
señas de dar el último suspiro,
no sé con qué destino prodigioso
volví en mi acuerdo y dije —¿Qué me admiro?
¿Quién en amor ha sido más dichoso?
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