Canto quinto
Ella
Yo soy de mi amado:
los impulsos de su amor lo atraen hacia mí.
¡Anda, amado mío vayamos al campo!
Pasaremos la noche entre flores de alheña.
Por la mañana iremos a los viñedos,
a ver si ya tienen brotes,
si se abren ya sus botones,
si ya han florecido los granados.
¡Allí te daré mi amor!
Las mandrágoras esparcen su aroma.
A nuestra puerta hay fruta de todas clases:
fruta seca y fruta recién cortada,
que para ti, amado mío, aparté.
¡Ojalá fueras tú un hermano mío,
criado a los pechos de mi madre!
Así, al encontrarte en la calle,
podría besarte y nadie se burlaría de mí;
podría llevarte a la casa de mi madre,
te haría entrar en ella,
y tu serías mi maestro.
Yo te daría a beber del mejor vino
y del jugo de mis granadas.
¡Que ponga él su izquierda bajo mi cabeza,
y que con su derecha me abrace!
Él
Prométanme, mujeres de Jerusalén,
no interrumpir el sueño de mi amor.
¡Déjenla dormir hasta que quiera despertar!
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