Salvador DÍAZ MIRÓN
(Mexicano, 1853-1928)
Yo quisiera salvar esa distancia,
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide.
Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
¡yo quisiera, en el cielo de tus brazos,
beber la gloria que en tus labios tienes!...
Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte
para poder, como lo sueño a solas,
a un mismo tiempo por doquier besarte.
Yo quisiera ser lino, y en tu lecho,
allá en las sombras, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
y morir del placer de comprimirte.
¡Oh!... ¡Yo quisiera mucho más!... ¡Quisiera
llevar en mí, como la nube, el fuego;
mas no como la nube en su carrera,
para estallar y separarnos luego!...
Yo quisiera en mí mismo confundirte,
confundirte en mí mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
convertirte en perfume y aspirarte.
Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos.
Aspirarte en un soplo del ambiente,
y así verter sobre mi vida en calma
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter de lo azul de tu alma.
Aspirarte, mujer... De ti llenarme.
Y en ciego y sordo y mudo constituirme,
y ciego y sordo y mudo consagrarme
al deleite supremo de sentirte
y la dicha suprema de adorarte.
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