Joaquín DICENTA
(Español, 1862-1917)
¡Qué doloroso es amar... y no poderlo decir!
Si es doloroso saber, que va marchando la vida
como una mujer querida, que jamás ha de volver.
Si es doloroso ignorar, donde vamos al morir;
¡más doloroso es amar... y no poderlo decir!
Triste es ver que la mirada,
hacia el sol levanta el ciego;
y el sol la envuelve en su fuego
y el ciego no siente nada.
Ver su mirada tranquila, a la luz indiferente
y saber que eternamente, la noche va en su pupila
bajo el dosel de su frente.
Pero si es triste mirar y la luz no percibir;
¡más doloroso es amar... y no poderlo decir!
Conocer que caminamos,
bajo la fuerza del sino;
recorrer nuestro camino
y no saber donde vamos.
Ser un triste peregrino, de la vida,
en el sendero, no podernos detener,
por ir siempre prisioneros, del amor o del deber.
Mas si es triste caminar y no poder descansar
mas que al tiempo de morir;
¡más doloroso es amar... y no poderlo decir!
Vivir como yo soñando, con cosas que nunca vi;
y seguir, seguir andando, sin saber por qué motivo
ni hasta cuándo.
Tener fantasía y vuelo, que pongan al cielo escalas
y ver, que nos faltan alas, que nos remonten al cielo.
Mas si es triste no gozar, lo que podemos soñar;
no hay más amargo dolor, que ver el alma morir,
prisionera de un amor: ¡y no poderlo decir!
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