Antonio Alejandro GIL
(Argentino, 1884-1952)
La vi. ¡Qué mala pasada!
¡Qué desencanto, qué pena!
Su dulce cara morena
de virgen inmaculada,
ha sido hondamente arada
por un tiempo labrador.
No queda de aquel albor
ni el más mínimo destello;
ni el sello, siquiera el sello
de su pasado esplendor.
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