Rafael de LEÓN
(Español, 1910-1982)
Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo
que te casaste hace un mes,
y me quedé tan tranquilo...
Otro cualquiera en mi caso
se hubiera echao a llorar;
yo, cruzándome de brazos,
dije, que me daba igual.
Nada de pegarme un tiro
ni enredarme en maldiciones,
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus balcones.
¿Que te has casao? ¡Buena suerte!
Vive cien años contenta
y a la hora de la muerte
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si al pie de los altares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.
Por qué sin ser tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
soy el que más te ha querío,
con eso tengo bastante.
Y haciendo un poco de historia,
nos volveremos atrás,
para recordar la gloria
de mis días de chaval.
¿Qué tiene el niño Malena?
Anda como trastornao
le encuentro cara de pena,
y el colorcillo quebrao.
Y ya no juega a la trompa,
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiéndose a cojer "níos".
¿No te parece a ti extraño?
¿No es una cosa muy rara
que un chaval de doce años
lleve tan triste la cara?...
Mira que soy perro viejo
y estás demasiá tranquila:
¿quieres que te dé un consejo:
Vigila, mujer, vigila
(Y fueron dos centinelas
los ojitos de mi mare):
Cuando sale de la escuela
se va por los Olivares.
¿Y qué es lo que busca allí?
Una niña. Tendrá el mismo
tiempo que él.
José Miguel, no le riñas
que está empezando a querer.
Mi pare encendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre
y te compró unos zarcillos
y a mí un pantalón de hombre.
Yo no te dije.- ¡Te adoro
pero amarré en tu balcón
mi lazo de seda y oro
de primera comunión.
Y tú fina y orgullosa
me ofreciste en recompensa
dos cintas color de rosa
que engalanaban tus trenzas.
—Voy a misa con mis primos
—Bueno te veré en la Ermita.
Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Más luego en el campanario
cuando rompimos a hablar:
Dice mi tiíta Rosario
que la cigüeña es sagrá
y el colorín y la fuente;
y las flores y el rocío,
y el romero de los montes
y el bronce de esta campana
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río,
y aquella cinta lejana
que le llaman horizonte.
Todo es sagrao, cielo y tierra,
porque too lo hizo Dios.
¿Qué te gusta más? ¡tu pelo!
Qué bonito le salió:
Pues -y tu boca y tus brazos
y tus manos redonditas,
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas zuritas.
Con la pureza de un copo
de nieve te comparé,
te revestí de piropos
de la cabeza a los pies.
A la vuelta te hice un ramo
de pitiminí precioso.
Y luego nos retratamos
en el agüita del pozo.
Y hablando de estas pamplinas
que se inventan las criaturas,
llegamos hasta la esquina.
Yo te pregunté: —¿En qué piensas?
Tu dijiste -¡En darte un beso?-
Y yo sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.
De noche muertos de luna
nos vimos por la ventana.
¡Chis!... Mi hermanito está en la cuna
le estoy cantando la "nana".
Quiíitate de la esquina
chiquillo loco,
que mi mare no
quiere ni yo tampoco.
Y mientras tú cantabas
yo, inocente, me pensé
que nos casaba la nana
como a marío y mujer.
¡Pamplinas! Figuraciones
que se inventan los chavales,
después la vía se impone:
tanto tienes, -tanto vales.
Por eso yo al enterarme
que llevas un mes casá
no dije que iba a matarme,
sino que me daba igual.
Mas como es rico tu dueño
te vendo esta profecía:
Tú, cada noche entre sueños
soñarás que me querías
y recordarás la tarde
que tu boca me besó.
Y te llamarás: ¡Cobarde!
como te lo llamo yo,
y verás sueña que sueña
que me morí siendo chico.
Y se llevó una cigüeña
"mi corazón en el pico".
Pensarás: No es cierto nada.
Yo sé que lo estoy soñando.
Pero allá en la madrugada
te despertarás llorando
por el que no es tu marío,
ni tu novio ni tu amante,
sino el que más te ha querío:
con eso tengo bastante.
Por lo demás, to se orvía.
Verás como Dios te envía
un hijo como una estrella.
Avísame deseguida
me servirá de alegría
cantarle la nana aquélla:
Quítate de la esquina
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco.
Pensarás: No es cierto nada.
Yo sé que lo estoy soñando.
Pero allá en la madrugada
te despertarás llorando
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío:
con eso tengo bastante.
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