jueves, noviembre 06, 2008

Carta 3

Jueves, 19 de junio

¿Viste la luna esta noche? Era como la "O" de tu poesía. A propósito, hoy la estuve viendo con detenimiento. Y pensaba, mientras lo hacía, que luego cuando volviese a casa, te escribiría al respecto. Ciertamente eso es lo que estoy haciendo ahora, solo que no estoy seguro aún si esto va a tener sentido, así que probablemente, de no encontrar coherencia en estas palabras, las borre todo al final y me vaya a dormir al fin, satisfecho de haber modificado mi desasosiego.

"Mi desasosiego", digo, no porque quiera tornarme trágico. Es más bien, si me dejo llevar por mis reacciones naturales y voy en busca de una salida espontánea, porque quiero detenerme en una explicación ostentosa y digna de ser leída por tus ojos. Lo demás, francamente, poco me importa. Es decir, si intentara ser o parecer lo que pueda expresar mi ánimo, o abrir un espacio en tus reacciones siendo muy expresivo con las tragedias, o inventar una excusa que me permitiera acercarme a tus encantos, en verdad, que mi intranquilidad no sería suplida, al contrario: me vendría abajo con especulaciones, impotencia y remordimientos.

Pero volviendo a la luna, ¿la viste? Estaba nítida, luminosa, encantadora, tal si en esta noche se le hubiese ocurrido ponerse así solo para que la viera. Era tu "O" sin duda, no pudo haber sido otra. Yo la sentí muy cerca de mis ojos, casi al contacto de mis manos, ¿y acaso no estaba ahí también tu olor? ¡Lo estaba!, y lo sentí asperjado en todo tu cuerpo sin maquillaje... Lo sentí, y pronto empezó a diseminarse a través de mis fosas nasales hasta lo más profundo de mis entrañas. ¡Y ahí se quedó!

Después... Después...

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