Viernes, 11 de julio
Estoy en una cabina de Internet. Últimamente se me ha dado por entrar en las cabinas aún sin saber por qué y sin estimar lo que pueda significar mi ausencia en donde se supone que debería estar en estos momentos. Exactamente la hora marca las 12: 20 PM, y creo que es una buena hora para escribirte. ¡Lo es! Debe serlo, además, porque sino no tendría ningún sentido el que esté aquí, como desvariando de mis rumbos, perdido, sonámbulo a causa de esos sueños repentinos que me lleva y me hace sucumbir en la nostalgia (o desesperación por no tenerte cerca para darte miles de abrazos y besos...), aburrido de no estar conforme con mis impulsos, que se pierden en la impotencia... (lo que sigue ya sabes).
Pero hoy se me ocurrió entrar en esta cabina, y lo que en un inicio me pareció incongruente y sin sentido, ahora va tornándose en secuencias ambivalentes y palpables, abstractas. Y pienso, de tenerte cerca, lo que sería capaz de decirte: "Sólo quiero que cierres los ojos y olvides lo que está pasando alrededor del mundo..." Y pienso, otra vez, miles de veces, lo que tus respuestas significan. Por ratos te encuentro gloriosa, sensible, capaz de darme todo, y sin embargo, de la nada, la intrusión envestida de ciertas palabras que me dijiste, me inducen a echar por el suelo mis entusiasmos. Entonces vuelvo a la nada, al vacío inicial, previendo una súbita emancipación de mis ánimos, que están como queriendo perderse.
También las imágenes de la noche, de un puente solitario, y de tu presencia cerca a la mía (que es un tanto la presencia de un bolchevique) compone el desenlace de esta sinrazón de medio día, tan ahogada en el ensimismamiento, calor, hambre, resistencia a no desembozar cada partitura de emoción que debería expresarla con creces y acompañado de grandes voces, y, ¡si!, esta sinrazón es un desvarío de mi alma perdida en tu regazo ausente y expuesto a la multitud que te mira con ansias y, sobre todo, mi sinrazón (es mía esta partida) te contempla en otras miradas, cerca de un brazo envejecido, muy cerca, donde te expones contraída, dispuesta a embeber ese olor que no es el mío y consciente de ser partícipe de alguna protección que no corre por mi cuenta...
Y otra vez el punto de partida... Pero, mujer, me eres indispensable, y quiero hacer lo que quieras y estar en donde tú lo prefieras... He dicho mucho, creo.
PD: me queda un minuto, así que aquí acabo.
Estoy en una cabina de Internet. Últimamente se me ha dado por entrar en las cabinas aún sin saber por qué y sin estimar lo que pueda significar mi ausencia en donde se supone que debería estar en estos momentos. Exactamente la hora marca las 12: 20 PM, y creo que es una buena hora para escribirte. ¡Lo es! Debe serlo, además, porque sino no tendría ningún sentido el que esté aquí, como desvariando de mis rumbos, perdido, sonámbulo a causa de esos sueños repentinos que me lleva y me hace sucumbir en la nostalgia (o desesperación por no tenerte cerca para darte miles de abrazos y besos...), aburrido de no estar conforme con mis impulsos, que se pierden en la impotencia... (lo que sigue ya sabes).
Pero hoy se me ocurrió entrar en esta cabina, y lo que en un inicio me pareció incongruente y sin sentido, ahora va tornándose en secuencias ambivalentes y palpables, abstractas. Y pienso, de tenerte cerca, lo que sería capaz de decirte: "Sólo quiero que cierres los ojos y olvides lo que está pasando alrededor del mundo..." Y pienso, otra vez, miles de veces, lo que tus respuestas significan. Por ratos te encuentro gloriosa, sensible, capaz de darme todo, y sin embargo, de la nada, la intrusión envestida de ciertas palabras que me dijiste, me inducen a echar por el suelo mis entusiasmos. Entonces vuelvo a la nada, al vacío inicial, previendo una súbita emancipación de mis ánimos, que están como queriendo perderse.
También las imágenes de la noche, de un puente solitario, y de tu presencia cerca a la mía (que es un tanto la presencia de un bolchevique) compone el desenlace de esta sinrazón de medio día, tan ahogada en el ensimismamiento, calor, hambre, resistencia a no desembozar cada partitura de emoción que debería expresarla con creces y acompañado de grandes voces, y, ¡si!, esta sinrazón es un desvarío de mi alma perdida en tu regazo ausente y expuesto a la multitud que te mira con ansias y, sobre todo, mi sinrazón (es mía esta partida) te contempla en otras miradas, cerca de un brazo envejecido, muy cerca, donde te expones contraída, dispuesta a embeber ese olor que no es el mío y consciente de ser partícipe de alguna protección que no corre por mi cuenta...
Y otra vez el punto de partida... Pero, mujer, me eres indispensable, y quiero hacer lo que quieras y estar en donde tú lo prefieras... He dicho mucho, creo.
PD: me queda un minuto, así que aquí acabo.
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