lunes, noviembre 17, 2008

Quisiera tener alas

Quisiera poder tener alas, para elevarme alto, muy alto, hasta donde el lado de abajo no pueda perturbarme y las nubes me sostengan dormido. Y no abrir los ojos, mantenerlos cerrados por inercia, adormecido con este cuerpo que nada pretende ya entender, viendo cada rescoldo de paz extraviarse en misivas esporádicas, forzadas a encontrarte en cada parada...

¿A dónde van las palabras? ("...detrás de ti...", "...sueños etereos...", "...matando a la vida..."), ¿A dónde, la razón que poseo?

Laten con fuerza aquellos latidos que van desde afuera, del lado oscuro, hasta mis oídos.

Subiendo, o con el afán de detenerse para dar vuelcos y más vuelcos, la melodía me envuelve, disolviéndome en una encrucijada poco acogedora, brutal, que me abstrae de este mundo irreal (ya no estoy seguro de que todo lo que me rodea sea real)

Quisiera tener alas, unas alas ennegrecidas, grandes, resistentes. Con ellas espantar a los pájaros, al viento, a la claridad del día (sí, cuando el sol toque mis ojos, que mis alas sean un refugio). Que cada vuelo, sea infinito, irreversible, letal. Volar, pero volar con furia, sin escatimar el cansansio.

Abrir el sueño con palabras, encontrar una sonrisa enajenada en tus facciones, ¿ya voy? "¡Detente aún! ¿No ves que está despierta?"

No veo más que el infinito, y un sol (aquél que pretende ser un espejismo), uno muy frío, oscuro, nebuloso... Lo bueno es que al rededor todo brilla. Y estas burdas alas, que ya empiezo a imaginar, han de ayudarme...
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miércoles, noviembre 12, 2008

SILENCIO - (ILUSION MARCHITA)

Hace calor en la gran ciudad
sin embargo siento frio hoy.
Mi cuerpo fisico está vivo
pero mi espíritu no.

Veo tanta gente alrededor
sin embargo muy solo estoy.

Angustia, ternura, insatisfacción,
golpe, dolor en el corazón.

Este silencio de lo escrito
corazón echo añicos
ebriedad y la demencia
¡qué tristeza estar solo!



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martes, noviembre 11, 2008

El libro que se escribió en un cuaderno

I

Estimado y muy benevolente Creador de este mundo, por ser hoy un día nada bueno y porque estoy con poco ánimo, recibe desde donde te encuentres mi cordial saludo y, además, con el riesgo de parecer “arrogante” o “sinvergüenza”, te pido absorbas toda la maldad que pueda verter en esta noche sobre tu cara, que sé muy bien se parece a la mía. Empiezo escribiéndote así, no de otro modo, porque hay miles de razones que me impulsan a ello. La primera, y con esto no quiero decir que te diré todas, es que tu grandeza también me causa disgustos. Cierto que me debo a una perfección única y a todo lo que esté relacionado con la magnanimidad, es solo que, no entiendo cómo a veces la ira me invade y hace que me apodere de motivos para disgustarme. Y así es como con razón o sin ella, siempre termino mal. Quizás eso se deba a que me dotaste de debilidades que enaltecen a tus hijos predilectos (en especial a mi); de no ser así, entonces la pasaría riéndome todo el día, lo cual tampoco sería bueno. Pero esta excusa que ahora la expando sobre ti a modo de queja, porque estoy airado (sí, lo estoy), es una milésima de sinrazón que abruma todo el silencio que rodea mis dedos, que no se detienen por nada aun sabiendo de ti y sin esperar que mis frases tengan sentido. La segunda razón por la que te escribo (aquí debería detenerme un siglo), es el efecto que me causa la luz que está sobre mi cabeza, tan tenue para mis acomodos, poco brillante y nada inspiradora de alguna trama que me consuele los ánimos. Además está, detrás de mí, la criatura que ha enconado mi tranquilidad. Sí, Creador, va de anaranjado, tarareando alguna estúpida melodía, haciendo no sé qué para llamar mi atención... Va muy cerca, casi rozándome la cabeza con su hombro derecho... No me da la gana verla, no obstante, ahora la siento detenida, sobre esa cama que también es mía... Creador, te confieso que esta segunda razón no es tanto el efecto de lo tenue que es esta luz, no; más bien toda debilidad que ahora padezco radica en la existencia de ella. Es decir, la verdad, ¡no soporto su presencia! Sin embargo, a pesar de todo, me consuela el que ella no se parezca a mí y el que esté recostada con algo de sangre alrededor de sus narices, porque bien que merece deshacerse de un poco de ella, por entrometida. Pienso que debería siempre sangrar, con lentitud, gota a gota. Lo pienso ahora, claro, que toda esta ira me perturba y me hace pensar así; después, cuando vuelva a ser el que soy (porque lo sabes: soy bueno), el remordimiento será grande, aterrador, muy verdugo de mi tranquilidad. Y ya no estaré así como estoy ahora, creador, lo sabes. Lo que sí, tengo la seguridad de que voy a empezar por mirarle con detenimiento, de arriba a más arriba, siguiendo cada detalle de sus facciones con terneza y calma, culpable, muy culpable, con ganas de olvidarlo todo y de comprometerme a una entrega total, desinteresada, eterna. Y la querré mucho, y elogiaré su rendición y humildad, como nunca. Eso será después, ya lo dije; hoy en cambio, durante los próximos segundos, quiero verla desangrarse, hasta el desvanecimiento. Sí, creador, el llanto que la embarga no me conmueve, sus lágrimas que no quiero ver porque no deseo darme la vuelta, no son un aliciente de compasión por mi parte, ni siquiera me preocupa el hecho de que los vecinos pudieran darse cuenta de su estado. Es más, si sigo aquí, voy a terminar por hacer de ella un cuerpo inerte y sin vida. Sí, con sus gritos y todo, creo, podría llegar a matarla sin que me importe nada ni nadie. Pero no, Creador, no me quedaré aquí. Iré a donde deba ir, ya sabes, tú todo lo sabes. Cuando llegue a ese lugar, Creador, ¿estarás cerca cuando suceda? ¿Apartarás el dolor de mi cuerpo, y el miedo? Sí, presiento que sí. Será grandioso cuando lo haga, porque otra vez mi ánimo será grande, desmedido... Y tú cerca siempre, ya no para consolarme, ni para darme valor; no, esta vez para observar el mundo desde arriba.
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lunes, noviembre 10, 2008

“Negrito papi”: El asesor de Obama

Este a quien refiero es un "intelectual" muy reconocido. Es ensayista, narrador, clarividente en cuanto a los aspectos metereológicos se refiere y, además, un profesional especializado en ingeniería. Actualmente, a propósito, escribe en un diario local.

Como todos los que se le parecen (sabemos ya que su piel es oscura), tiene una adicción incontrolada hacia ciertos excesos, que van desde borracheras, trabajos agobiantes, hasta dosis inhumanas y placenteras de, en promedio, cien patadas por hora. Pero su vida no es mala, no, al contrario: disfruta de la suerte que le ha tocado.

Yo creo que a este planeta le hace mucho bien contar con la grandeza de este extraordinario y genial personaje, porque, de no ser así, las ciudades de todos los rincones estarían sumidas en la intolerancia. Y entonces, por ejemplo, si nos vamos a un caso práctico y resaltante, Estados Unidos no estaría gobernado por quien está. O, algo más notorio: no habría matrimonios homosexuales legales en ninguna parte.

Sí, el lector adivina, entiende que él (en adelante lo llamaremos "Negrito Papi"), aparte de vaticinar hechos relevantes, tiene para con la humanidad la nobleza de contribuir con su entrega de conocimiento y amor (ya hablaremos de sus amoríos). Haciendo esto, (o sea, lo que mejor sabe), su iluminada y sabihonda personalidad, por inherencia, se expande y abarca límites extraordinarios. Hay veces que incluso, estando sumido en un debate sobre cine o literatura, o en una charla intensa sobre la muerte de algún músico o poeta precoz, se levanta animoso de su estado medio inerte y da saltos y saltos, repeliendo su ego, aceptando su otro "Yo" superior como un ser intruso, irracional. Es ahí cuando empieza a desnudar su espalda y a ofrecerla al látigo, con honores; es ahí que su culo ennegrecido se hace morado de tanta patada que los presentes suelen darle. Y él, Feliz.

"Negrito papi" nació en un ambiente hostil, con bastante miseria al rededor. Debido a las golpizas que recibía por parte de sus padres y de sus amiguitos de la escuela, desde niño supo que cuando llegase a ser mayor de edad, haría grandes cosas, no por algo todos trataban, sabiendo de lo inevitable de su inteligencia venidera, de arruinarle la vida a cada segundo. Lo que nunca sospechó, eso sí, era que aprendería a vivir de esa forma, con mucho goce y orgullo.

A los 11 años de edad, víspera de hacer un debut sobre su talento femenino, conoció a quien sería su compañero de siempre: (...) (Nos reservamos el nombre) Lo vio en la mañana de un lunes, caminando un tanto lento y con la espalda abultada, "jorobadito", pensó. Todo el día estuvo imaginándolo, pensando en un posible acercamiento, y ya en la noche, solo en casa, en vista de que su madre no estaba, convino en probarse todos sus vestidos y zapatos de taco que esta guardaba en el armario de su habitación. La ropa se le veía bien en su cuerpo, y con un poco de maquillaje mejor. ¿Y el chico que había visto? Estaba muy lindo, sí, ¿lo volvería a ver acaso?

A la semana lo volvió a ver. Un acercamiento imprevisto, saludos... De pronto fueron amigos, compañeros en la secundaria (quedaron en que estudiarían en el mismo colegio), y, en honor a la verdad, también amantes y hoy colegas. Esto último (ser amantes) marcó su destino. Es decir, la saliva que usó para dilatarse el ano, le pareció innecesaria: más placer le daba el dolor.

A los 18, para "Negrito papi" cogerse de la mano con su compañero le parecía algo natural, solo que esta sociedad no entendía el verdadero amor, y entonces trataban de evitarlo; pero los fortuitos besos surgían inesperados, en lugares y momentos imprevistos. Un día alguien los vio besándose y fue letal el efecto, tanto, que dejaron de hacerlo hasta estos días. Claro, ahora piensan irse a Europa y casarse, algo imposible antes. ¡Y es que están tan enamorados!

"Negrito papi" tiene más de 27 años, es muy exitoso en la actualidad y es conocido, sobre todo, por haber innovado en el campo comercial y político. Nadie lo dice y nadie lo va a creer, pero, él fue el asesor de Obama, ¡a él se debe el éxito que ahora este tiene! En lo comercial, en cambio, es tan pero tan creativo, que sus propias ideas las expone en los periódicos firmándolas con una autoria diferente. Bueno, para ser sinceros, casi todos sus negocios tienen que ver con el masoquismo: Adora ser golpeado. Y si por casualidad llegasen a ver algún anuncio atractivo y genuino, como "un golpe por un dólar", por ejemplo, aquello sin duda será la obra de "Negrito papi".
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El rosal y las violetas

(Este es un caso prioritario, de necesidad; vean: Por el descampado de enfrente, unas musas primitivas que residen en un helicón improvisado sostenido en el aire por nadie e inmóvil, no reparten sueños ni afanan a poetas. La razón, dejando constancia de que mi apreciación pudiera parecer inventada, es aquello que le rodea. El escenario es sombrío: si nos fijamos bien, lo que está abajo, cerca del alambre, es un dibujo hecho con carbón, y los clavos, ¡ah!, y también el alambre, a propósito, no han sido usados más de una vez. Creo que aquí, apartando la modestia a un lado, lo que sobra son las rosas que están más allá. Las musas sí gustan: ellas tienen alas de quirópteros, los brazos llenos de pelos, las cabezas ensanchadas con orejas grandes y las bocas entreabiertas con dientes minúsculos y afilados. Las más grandes poseen hasta tres cabezas y cinco bocas; en cambio, las de menor tamaño, a veces no cuentan más que con algún órgano mal ubicado. El clímax del caso que referimos, termina aquí: el dibujo hecho con carbón está sobre una piedra, y este refiere a una musa enamorada de una cápsula de alguna violeta adúltera que la abandonó a su suerte. REFIERE, digo, aunque sólo se muestre dos rayas superpuestas, porque las canciones lo dicen. Y las canciones son los truenos y las nubes grises que pronto harán caer agua sobre la piedra con el dibujo hasta borrarlo.)
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Cobijada

(De las partidas en los juegos de mesa los consejos fluyen en cantidades alarmantes; y del verbo, le insistió, que se repone con artificios y ostentaciones fonéticas, no esperemos que adopte un sentido común. Pero si los desmedrados que decapitan remilgos con predicciones póstumas sobre los herejes se abrieran al susto, al menos, los convictos desatinados no osarían nunca a reventarse los perdigones de fuerza sacramental sobre sus repatriados esqueletos. Lo que digo, concluyó, o lo que he tratado de decirte, radica en tus desvelos. Y entonces ¿apago ya las luces?)
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Parecida

(Por encima del canto de los buitres que acechaban a las palomas incautas en los corredores y pórticos concurridos, su voz se imponía nebulosa y agria; su “cuello finísimo” [esto extraído de alguna revista de espectáculos y a modo de adulación], pezones grandes y esbeltez de parecer, quebrantaban la castidad de los siameses vitalicios que sostenían, por doquier, bálanos hinchados; y sus vibraciones, encaprichadas por deteriorar la sensatez, fluían versátiles.)
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Mantenida

(A expensas de las esperas, desacatando el alumbramiento de alguna falsa partida que los espasmos de la cruel sumisión impedían, sus consecuentes relieves sagrados desfallecieron en intereses redundantes y su voz de protesta se fue relegando a un “vi la luz, merezco las atenciones”. Atrás, dejadas en los escenarios de felpa, quedaron sus manías y bonanzas de placer; atrás, incluso, los entretelones postreros del mancebo recuerdo de ese dios sin barba que decide por el destino de la gante, que la harían dimitir del escarnio de sus años encima, se obstruyeron en manifiestos rumores que por siempre, desde que no se reanimaba con los espectáculos de repartos de saludos y bendiciones, se adhirieron al espanto de las retribuciones obligadas. O pudo el consuelo, retratando para tal la dulce contradicción, servirse de las eventualidades de sus anhelos y encaminarla al desapego: ¡congéneres ingratos, sin ellos las sonrisas se venían limpias!)
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Locuaz


(Volvieron los tiempos de cordura y paciencia. Sí, con el pasar de los años las marcas se borrarían. No tenía porqué apresurarse: con estoicismo sabría soportar. Qué le importaba las camisas, qué los malditos menesteres del falso ejemplo a llevar, qué la falta de conciencia, qué las calles llenas monárquicos, qué el sudor debido al trabajo en un día sacrificado, qué la brisa del mar estrellada en su cara un fin de semana cualquiera, qué sea lo que fuese; total, no merecía la vida que llevaba más que los otros.)
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domingo, noviembre 09, 2008

Frígida


(Alguna experiencia la marcó sin que por ello se sintiera obligada a desterrar sus ansias de continuar; aquella vez, si es que existió tal, sus entrepiernas se llenaron de lágrimas rojas y sus espacios, que merecieron un tiempo atrás la total reverencia de otros mortales lejos ya de su presencia, optaron por congelarse y por adoptar el rechazo al calor. Entonces no hubo consuelo que sirviera para su espanto, ni caricias, ni retenciones de bondad perpetua.)
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Enamoradiza

(Caminó, se recostó, resbaló por las caricias de los empedrados y qué fácil se impregnaba en su piel los deseos. Era ella la que se desvestía de sus encantos, la que dormitaba jugando a las esperanzas; era ella, sutil experiencia de divina creación, la que acogía con los remiendos del cumplido suelo a los cánticos y serenatas de adoración. Pero sus vastas manos, a veces, escarbaban pesares. En tal caso debía seguir. Sin demora, más allá otros parajes renacían gustosos.)
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sábado, noviembre 08, 2008

Poema 7


Ven conmigo,
saltemos a este precipicio,
abracemos juntos a la muerte...

Con calma,
mucha calma,
sin detener la caída,
sin súplicas, sin llanto,
abreviando el dolor en un parpadeo.

Ven conmigo,
regocíjate de esta marcha,
háblale al aire, extiende las manos,
rueda, grita, golpea al vacío,
y mientras tanto, yo cerca,
la sangre ha de embelesarnos;
mientras tanto,
te hablaré con gestos débiles,
errabundos, inspirados en el dolor.

Después, lo sabemos ya,
un año nuevo ante tus ojos,
libre de todo, exento de molestias.
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Poema 6

Desvanecerme en un segundo, con lentitud,
equivale a una caída atroz, cruel, infinita.

Y la caída es, en este caso,
horas de espera, silencio,
y DE-SES-PE-RAN-ZA...



Desvanecerme, digo,
sin entender lo precipitado que es no entenderte,
siendo como soy, ingenuo, torpe,
o lo que es peor o mejor:
¿Un tipo con mucha suerte?

En todo caso,
voy.
¡Adelante!
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Poema 5

No puedo:
la nostalgia, que está doblegada,
se disemina por mis entrañas
y aparece cuando
no creo tener fuerzas.
Y entonces me envías de ti tu gracia
que me consuela
y me hace sucumbir.



No puedo,
la herejía habla en mí
Si ves, no huyo.
¿Dónde estoy condenado?,
¿qué fue de mí?
¿Está esa grieta todavía
en las lejanías del horizonte
que pisaste con tu sombra?

No, aún no puedo.
¿Qué invento soy?
¿Qué caricia deslizada del pecado?
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Poema 4


I
Detenerme un poco antes de saltar,
avizorar el precipicio y, en un segundo,
resolver el dilema que me advierte no seguir.

Detenerme, contraer la intención,
resistir al mal paso y dar la vuelta...
Y al girar encima de la nada,
escapando, huyendo,
también que los gritos se apaguen.

O volver en mí y abrazar al abismo,
contemplar el vacío con dulzura,
regocijarme sintiendo el ruido,
sudar con cada latido por extinguirse y,
a través de mis pasos livianos,
apresurar la marcha, seguir,
¡hasta que mi sangre se congestione
y mis músculos estallen de presión!
Después la calma, el sopor,
la cándida puerta entreabierta,
el sol, la mañana...

II
Que cuando mis ojos se cierren,
las Parodias que congestionaban mis alas,
se apoderen de ellas y tiñan de sangre mi ropaje.

Que las ventanas sean, a media tarde,
refugios sombríos de mis letanías,
y que el escenario de aquellas muestras,
fatalizado, entreabierto al suplicio,
sea la "puesta en escena" del perdón.

Que el atrio de tu cerviz, derruido ya,
sea un santuario clandestino y florido,
de muestras abstractas y disparejas.

III
¿Detenerme ahora?
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Poema 3

Vacías pruebas,
confesiones, ensueños,
¡la madrugada, la oscuridad!

Ansiedad, o abismo,
¿qué es lo que me espanta?

En todo lugar hay caída:
dentro y fuera,
aquí a mi alrededor,
en mis párpados,
en mis oídos,
en mi boca,
¡en todas partes!



Y las voces,
las que acabo de imaginar,
me reclaman el sueño, que se aleja,
y se lleva esa paz que trato de rescatar.

¿Ansiedad o abismo?,
pienso, e imagino que,
intenciones hay que no me encuentran,
que se resisten a buscarme,
que ahora reposan en un cuerpo dormido.

Me espanta esta caída,
como que un espiral me seduce
y me hace girar...
Como que el cielo,
que no percibo porque no me interesa verlo,
me estuviese absorbiendo sin que lo advierta.

¿Dónde? ¡Dime dónde!

¿De entre los escombros,
y con mudas entonaciones?
¿De entre los sueños y con imágenes,
sin que pueda tocarte?

¿Dónde?

Acaso no en el escenario de unas palabras rápidas,
letales, acorde al paso de los días,
que son como alfileres que van matándome lento.
Acaso no una en una despedida fugaz,
tal si el desprecio fuera un consuelo o aliciente,
y mis pasos no existieran.



O ha de ser,
en la niebla de tus reproches
que a mi "entrega" enaltece.

¿Dónde? ¡Dime!
¿Es aquí, en donde nos tocó vivir?
¿Es en esta madrugada, a esta hora?

¿Las 2:29, es la hora correcta?
Lo es. Y debo decir, una vez más,
que eres indispensable.
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Poema 2

Ya no me sirve de nada
planear más excusas
para demostrarle a los demás que soy fuerte
¡No lo soy! Y a veces, como hoy, tengo ganas de llorar.

Ya no me sirve de nada gritar,
ni estar callado,
para parecerme al resto
y no perecer en el fracaso.

No me sirve de nada estar aquí,
o allá en el otro lado, despierto o soñando,
para saber que aún respiro.



No me sirve de nada ver la lluvia,
ni mojarme con este aguacero,
que al fin de cuentas no existe.

No me sirve de nada estar acompañado,
ni tampoco vivir siempre solo...
No me sirve de nada ayudar ni ser ayudado,
ni levantar la mano para agradecer,
ni escuchar un consejo,
ni prestar atención al resto...

Ciertamente, nada me sirve hoy,
y si tengo ganas de llorar,
es porque ando extraviado...
Sí, perdido estoy,
¡Y tengo miedo de esta inmensidad que me rodea!
¡Tengo miedo de no encontrar la salida!
¡Tengo miedo de no caer nunca!
¡Y, sobre todo, lo que más me asusta,
es imaginar que mañana, cuando mis ojos se abran,
otra vez el mundo que habitamos se muestre conforme!
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Poema sin título


No me importa nada más,
me bastas.



Las palabras escritas a continuación,
tan solo son despojos de mi ser
que no encontraron otro lugar para impregnarse.

En principio no sé qué decirte,
de tanto pensar no se me ocurre nada.
He buscado mil palabras,
he pasado horas tratando de hacerlo,
y ahora, que aún no sé qué hacer,
preferiría no estar aquí;
pero no deseo salir a ningún lado,
no quiero que nadie me vea.

Con la puerta cerrada,
en este cuarto me siento tan bien...
Me gustaría quedarme aquí para siempre,
no ir a ninguna parte...

Si me vieras, te reirías,
pensarías que no es tan difícil...

Te siento tan cerca y distante.
Tu presencia me hace olvidar,
me comunica con la paz;
y cuando no estás, o no sé de ti,
todo es tan espantoso, tan fuera de sentido.
Ahora ni eso, ni tus palabras.

En estos momentos,
no se qué tanto me sirve saber que vivo.
Si respiro,
si estoy aquí,
qué me importa.

Quisiera entender la dirección de mis actos,
envolverme en múltiples respuestas enrumbadas,
llegar al extremo de mis conclusiones a salvo,
y al final de todo,
saltar al abismo oscuro de mis meditaciones,
perderme en él,
olvidarme de las esperanzas,
no volver a la vida real...

Estos ¿versos? risibles y sin sentido,
forman parte de mi frágil existencia.
Después de todo soy común.
No tengo nada de especial,
no me diferencio de nadie,
no soy diferente.

Imagino mi rostro,
y me burlo de mí mismo.
Todo esto y...
Yo aquí,
pensando en ti,
recordándote...

Estoy loco,
como todo el mundo.

Me refugio en el espacio desnivelado,
en el horizonte intranquilo:
mi cabeza da vueltas y vueltas...
Y sigo pensando,
los recuerdos me atormentan.
¡Basta ya¡

Soy un desperfecto perfecto,
un sueño que vive en un cuerpo material que sin embargo respira y está tibio,
que duerme en las noches, que siente frío, que se emociona.
Soy un sueño, una ilusión mórbida hecha carne.

En tus ojos se podía ver montes inasibles a blanco y negro.
Tus reproches eran melodías que me ponían triste;
tu aliento, un suave aroma que enlutecía la noche;
tus manos, tus pies, tus dientes, todo aquello que estaba en ti,
me anonadaba y me hacía callar,
me obligaban a no pensar en otras cosas.
Realmente, eras indispensable.

Igual ahora,
que no estás,
las puertas de mi minúsculo reflejo,
del ser que me recomienda buscarte,
esas puertas...
esas puertas...
siguen abiertas,
esperan a que yo las atraviese y me encamine en tu búsqueda.

Miro por la ventana tratando de encontrarte en el cielo,
respiro y no le encuentro saludable al aire...

Es de noche, pero no deseo hablar de la luna,
ni de los "crepúsculos inevitables";
nada de eso, sólo voy a pensar en ti.
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Hay un lugar que no sabemos

(S.E)

Duerme en las entrañas de un escrito, la triste insinuación de un desconcierto nada motivador, exagerado. Vean. Empieza así: Hay un lugar que yo me sé / en este mundo, nada menos, / adonde nunca llegaremos. Los versos han sido atildados, por supuesto con la lógica de ensombrecer el escenario, superponiendo antes que nada un énfasis melodramático, propicio para un desenlace incierto ya rutinario en el estilo de aquél autor europeizado que lo escribió. Y los versos siguen de este modo: Donde, aun si nuestro pie / llegase a dar por un instante / será, en verdad, como no estarse. Aparte de la lógica ausente, nula, en estos últimos versos la irracionalidad va expandiéndose con sonoridad concisa, mutilada, dando a entrever el autor que sus expresiones son, a golpe de coacciones tremendamente disimuladas para hacer que su literatura parezca espontánea (la evidencia está marcada por la simplicidad de sus palabras), una secuencia natural de pensamientos inspirados. En tanto, de lo imprevisto: Es ese un sitio que se ve / a cada rato en esta vida, / andando, andando de uno en fila. La ubicación geográfica como que forma parte del todo, cualquier rincón, o, mucho más cómodo, un lugar en la nada, que no existe. Es decir, aquí el autor nos embeleza con palabras sin ningún sentido, para explorar su falsa locura. Y entonces, señores, hemos llegado al clímax de este escrito. Lo que sigue: Más acá de mí mismo y de / mi par de yemas, lo he entrevisto / siempre lejos de los destinos, que son versos funestos, de muerte, nos transmite un deterioro casi fugaz, muy acompasados de un destierro inminente, que se deja notar en seguida: Ya podéis iros a pie / o a puro sentimiento en pelo, / que a él no arriban ni los sellos. El destino emerge, como se ve, sin escenarios previos, raudo, atiborrado de pasiones llevaderas que son, en la gracia de una mala invención, como ya dijimos, meras estimaciones. El horizonte color té / se muere por colonizarle / para su gran Cualquieraparte. ¡Y volver al punto de partida! ¡Inventar situaciones imprevistas! ¿Alguna puerta no, acaso? Desde luego, un poeta “Universal” no debe dejar escapar ningún detalle. (...) “Tal es el lugar que el se sabe”
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Carta 10

Martes, 23 de septiembre

Lamento tremendamente invadir tu espacio y más, entrometerme en tus segundos, que están destinados a todo el mundo, sin excluirme, por supuesto. (Aclaro que no estoy siendo irónico).

Y que cada palabra tuya, que a veces creo y que me hacen bien por lapsos, sean lo que son: palabras. Quiero decir, frases llenas de sinceridad, de amor, de ternura... ¿Lo entiendes? Para que no haya remordimientos, porque no deseo que los tengas, diré que estoy siendo injusto y que digo cosas de más. Diré que no mereces que te trate así, porque no has hecho nada, en absoluto. No, claro que no, si algún culpable existe, ese soy yo. La culpa, desde luego, tiene que ver con mi irracionalidad, con lo poco comprensivo que suelo ser a veces.

Pero seguramente algo tengo que alegar. Quizás me haría no sé si bien, detenerme a pensar en cada detalle (injustificados, obviamente) que me atrevo a observar en ti cada cierto tiempo, con demasiada premonición y mucha intrepidez, considerándote parte mía con insolencia (sí, con mucha) y para desgracia, por ser tanta mi ingenuidad, arguyendo en tus respuestas tan nutridas de carisma, una mueca de conformismo. Quizás me haría bien, digo, porque ahora quiero sentirme despreciable, injusto, muy merecedor de todo aquello que me atormente en lo que reste de la noche. Sin embargo, a pesar de todo, como todavía no he desfallecido y los malos recuerdos aún no me vuelven psicótico, podría, creo yo, extenderme en tus arrebatos de seguridad efímera y refugiarme en alguna excusa, para seguir de pie. Debería dejar de lado todas mis dudas y creer en ti, con exagerado asentimiento y sin importar el que un día me digas "no me importa lo que diga la gente" y otro "hay mucha luz"; Debería entender con lógica acertada que no me tocó ser aquél que enrumbó tu vida dándote una parte de la suya y que cree que mereces un "mundo mejor", y dar por hecho que no hay otro espacio más sagrado que ese que él ocupa; Debería minimizar cualquier acercamiento de todos tus pretendientes, porque tú eres la que decides, como siempre dices, y no exaltarme nunca. Ser un personaje que calla sus dudas, que lo asimila todo, que está en casa y que cuando le dices, así con frases que expresan insignificancias: "Dijo que vendría y le dije que sí", no se sienta para nada incómodo y menos intente hacer llamadas inoportunas; Debería ser lo que quieras, todo en la oscuridad, nadie en los lugares iluminados... Y claro, lo más primordial se me está yendo: Mucho mejor sería que no te diera lástima con mis lágrimas y no fuera tan... tan... Ya sabes lo que debería, y acaso no sea suficiente detenerme aquí; pero ya no puedo seguir. Lo siento, a pesar de todo. Perdóname por ser muy humano a veces.
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Carta 9

Jueves, 18 de septiembre

Mi querida D., quiero decirte con bastante desenvoltura y paciencia para pensar cada palabra que ahora escribo, que esta madrugada, por más fría que sea, me es sumamente placentera.

Yo sí creo que hay situaciones desesperantes que cambian con brusquedad si al contraste una presencia con la gracia y lindeza que posees se aparece y extiende su brazo vivificante para darte un apretón que es como un aliento nuevo y que, ya caído uno y muy errabundo en los ausentes goces, ha de estarse de nuevas, con formas muy renovadas de ver la vida (esta que nos está tocando palpar). Creo que las mareas de dudas que a veces nos congela y se lleva nuestras palabras a la ciénega de los resentimientos y asperezas, no puede con el calor que infundes aún si yo trato de ventilar cada frase y de buscar las charcas mas lodosas donde enterrarlas. Sin lugar a dudas, haces que mi vida tenga algún sentido.

Por todo, D., digo que lo que nos está marcando, si te atreves a reconocerlo, tiene que ver con la complejidad que hay en cada una de nuestras vidas, expuestas. Para el caso, podemos hacer comparaciones, diseminar excusas, extraviarse en rincones poco concurridos, esconderse de las miradas..., todo con el afán de disminuir el grado de locura en la que nos sumerge este desasosiego irracional y muy sustentado que a voces llenas llamamos CORDURA. Y sin embargo nada es relevante, nada, menos este absurdo del que huyes y del que huyo yo en pro de tu bienestar; menos la carga que vas arrastrar cuando el yugo de las miradas pesen sobre ti, porque debes saber que va a suceder aquello; menos, mi amor, el malestar enfermizo que tendrás por causa de toda esa podredumbre del mundo que te rodea, diseminada ya, que esta vez será como un huracán devastador ansioso de llevar todo a su paso, dejando nada más que escombros.

Y si es mucho, pienso, ¿dónde podrás ocultar tu rostro? ¿Te quedarán ganas de decirme las cosas que vienes diciéndome día a día?... El pecado fue una cruz, te escucho decir, vino con herejía a posarse en mis lomos y a enterrarme junto a ti, que ya no estás más... Ciertamente, hay un desvarío en tus ojos dormidos. ¿Eres mi amor? ¿Harto? ¿Bastante? Ya sabes, son nuestros códigos. A estas alturas no importa la lógica: lo absurdo es bien recibido.

Mi querida D., muy querida. ¿Será que a veces trato de impresionarte hablándote del final? ¿Será que lo hago por llamar tu atención? ¿O es que también forma parte de lo absurdo y en suma, debo decir tantas cosas como me sea posible para encontrar el sentido que todo ser humano anhela para su vida?
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Carta 8

Martes, 09 de septiembre

Tengo, sobre mis espaldas, una gran carga. Quizás sea solo una estúpida remembranza de mis desvariados cálculos; pero, en definitiva, voy a rastras y con la moral derrumbada, a tientas. Me extiendo sin forma, disparejo, calculando la otra esquina y sin voltear la mirada. O en algún rincón, rodeado de muchas personas (o sea de nadie), absorto en mis cavilaciones y conjeturas, voy lento hacia el silencio, que me va envolviendo. No es como sentirse con ansias, o fuerte; es más bien, una estocada aminorada de paz, expandida en náufragos anónimos que alguna vez sintieron "ganas de ser lo que eran" y que ya no están más aquí sino en el lado de allá, donde los cuerpos se pudren con los segundos. Y entonces, todo vuelve a ser como en el principio. Quiero decir: ya voy a donde debo.
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jueves, noviembre 06, 2008

Carta 7

Sábado, 16 de agosto

A mí me gustaría encontrarte a cada segundo, en todos los rincones. Y cada vez que te tenga cerca, mujer, ya sabes: todo para tus manos.

A mi me gustaría encontrarte con paz, resuelta a un futuro pacífico, sin complicaciones. Es decir: Que al abrir tus formas de ver la vida, avizores un mundo callado, muy ensimismado en sus propios asuntos y sin ganas de "joder". Como en el cine, diría yo.

Entonces, para no redundar, podría decirte también, que cada vez que leo alguna palabra tuya, siento un alivio muy dentro de mis entrañas, que equivale a "sentirse afortunado".

La contraparte es que, mis ojos van, sobre un aforado mar de pronósticos, esquivando las olas turbias.

Adelante, tras el horizonte (en realidad solo puedo ver tus relieves y alguno que otro objeto poco visible en la pared), están las respuestas que anidan en tu sometimiento. Son palabras nada más, es cierto; pero cada una de ellas, escritas, olvidadas por voluntad propia, arrastra aún la turbiedad de tus aguas. Y la pared, desde luego, convoca a objetos inanimados que en realidad son seres pensantes, que están del otro lado...

A mí me gustaría, vuelvo decir, encontrarte siempre...
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Carta 6

Jueves, 24 de julio

Hay tantas cosas que quisiera decirte, D. Muchas. Todas con algún sentido poco usual, reservadas, ocultas dentro de un caparazón que tiende a ser fuerte pero que ahora está sensible y débil, muy débil. Bien pudiera no hacer nada e ignorar mis intenciones, que en verdad, lo digo ahogado en una penumbra casi complaciente, no están justificadas. A estas alturas no puedo decir que lo estén, ¡no puedo! Pero ya vez, aun sin poder y con alguna excusa que va más allá de lo que "yo" quisiera, aquí estoy, en cada palabra, en cada lamento patético que tiene mucho de "sensible", "débil", o lo que pudiera ser (incluso en los mensajes de texto). Estoy aquí, frente al ordenador, y trato (sí que trato), de organizar todas esas cosas que "quisiera decirte". Organizarlas en muchos renglones, sin paz, con frases continuas y espontáneas, con o sin intención de hacer que me prestes atención, sin usar términos rebuscados, y, sobre todo (esto es lo que me causa cierta complacencia en toda esta oscuridad fútil), con el estoicismo latente en mis entrañas por saberte lejos de mí para siempre. Y entonces, si te imagino ahora, siento como que tengo ganas de sentirme derrotado, sin acceso a tu cuerpo, caído, desangrándome (bueno, quizás exagero en esto), "cayendo al precipicio junto a las canciones que en estos instantes van corroyendo mis oídos". Por otro lado, tomando en cuenta mi lado racional y excluyendo mi emotividad, creo saber que todo lo que hago, digo o escribo, está demás. Este absurdo es una "Puesta en escena" de "Fortuna". No hay que darle la contra, no. Es decir, no lo hagas tú: no vaya a ser que haciéndolo cayeras al precipicio y llegases a odiarme creyendo que te he arrastrado demás. Te sugiero, para tal caso, que vayas en pos de otro ser humano y le consultes qué es lo que mejor te conviene. Hazlo, deja tu inteligencia atrás y ve, sepúltame lejos de tus recuerdos, obvia lo que tantas veces me dijiste y excluye también lo que yo te dije. Y cuando, si es que alguna vez recurro a ti, háblame como hoy, pídeme que "analicemos la situación" que nos concierne, recúbrete de racionalidad y se quien siempre te proclamaste ser: una mujer emancipada... Todo lo que quieras, amor grande, todo lo que quieras. Por tu bien.
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Carta 5

Viernes, 11 de julio

Estoy en una cabina de Internet. Últimamente se me ha dado por entrar en las cabinas aún sin saber por qué y sin estimar lo que pueda significar mi ausencia en donde se supone que debería estar en estos momentos. Exactamente la hora marca las 12: 20 PM, y creo que es una buena hora para escribirte. ¡Lo es! Debe serlo, además, porque sino no tendría ningún sentido el que esté aquí, como desvariando de mis rumbos, perdido, sonámbulo a causa de esos sueños repentinos que me lleva y me hace sucumbir en la nostalgia (o desesperación por no tenerte cerca para darte miles de abrazos y besos...), aburrido de no estar conforme con mis impulsos, que se pierden en la impotencia... (lo que sigue ya sabes).

Pero hoy se me ocurrió entrar en esta cabina, y lo que en un inicio me pareció incongruente y sin sentido, ahora va tornándose en secuencias ambivalentes y palpables, abstractas. Y pienso, de tenerte cerca, lo que sería capaz de decirte: "Sólo quiero que cierres los ojos y olvides lo que está pasando alrededor del mundo..." Y pienso, otra vez, miles de veces, lo que tus respuestas significan. Por ratos te encuentro gloriosa, sensible, capaz de darme todo, y sin embargo, de la nada, la intrusión envestida de ciertas palabras que me dijiste, me inducen a echar por el suelo mis entusiasmos. Entonces vuelvo a la nada, al vacío inicial, previendo una súbita emancipación de mis ánimos, que están como queriendo perderse.

También las imágenes de la noche, de un puente solitario, y de tu presencia cerca a la mía (que es un tanto la presencia de un bolchevique) compone el desenlace de esta sinrazón de medio día, tan ahogada en el ensimismamiento, calor, hambre, resistencia a no desembozar cada partitura de emoción que debería expresarla con creces y acompañado de grandes voces, y, ¡si!, esta sinrazón es un desvarío de mi alma perdida en tu regazo ausente y expuesto a la multitud que te mira con ansias y, sobre todo, mi sinrazón (es mía esta partida) te contempla en otras miradas, cerca de un brazo envejecido, muy cerca, donde te expones contraída, dispuesta a embeber ese olor que no es el mío y consciente de ser partícipe de alguna protección que no corre por mi cuenta...

Y otra vez el punto de partida... Pero, mujer, me eres indispensable, y quiero hacer lo que quieras y estar en donde tú lo prefieras... He dicho mucho, creo.

PD: me queda un minuto, así que aquí acabo.
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Carta 4

Lunes, 07 de julio

Espero que prestes atención a mis palabras, que aunque pocas, representan la emoción que estuve a punto de perder hoy.

Estimada D.

Te escribo estas palabras porque, siendo ya hoy lunes, de madrugada, se me ocurrió que podría dirigirme a ti sin desestimar mi emoción, que es grande (lo es en este instante). Ciertamente el regocijo me embarga, como que me está mostrando el final del horizonte colorido de tu cuerpo, en tiempo real, ahora... Veo tu rostro y en el tu sonrisa me está enseñando una forma excéntrica de sentirme bien... Veo tu cuerpo desnudo encima de las sábanas y te escucho decir que tienes vergüenza. Y yo, "¿de qué?" Pero la tienes y aun así permites que la luz siga prendida y, ¡entonces me siento con excesiva dicha!... Te observo más, en la penumbra. Estás ahí sobre tu cama, rodeada de almohadas, recostada sin imaginar que estoy cerca, cuidando de no perderme ni un solo movimiento tuyo. O donde estuvieses, con ruido y melodías, rodeada de personas... No importa donde, y no, porque hoy quiero amarte así, con todos tus defectos y prejuicios; hoy quiero amarte sin que me importe tus reservas y sin imaginar lo que pueda pasar de aquí a 20 años..; hoy, mujer, amarte me hace feliz, y me basta.
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Carta 3

Jueves, 19 de junio

¿Viste la luna esta noche? Era como la "O" de tu poesía. A propósito, hoy la estuve viendo con detenimiento. Y pensaba, mientras lo hacía, que luego cuando volviese a casa, te escribiría al respecto. Ciertamente eso es lo que estoy haciendo ahora, solo que no estoy seguro aún si esto va a tener sentido, así que probablemente, de no encontrar coherencia en estas palabras, las borre todo al final y me vaya a dormir al fin, satisfecho de haber modificado mi desasosiego.

"Mi desasosiego", digo, no porque quiera tornarme trágico. Es más bien, si me dejo llevar por mis reacciones naturales y voy en busca de una salida espontánea, porque quiero detenerme en una explicación ostentosa y digna de ser leída por tus ojos. Lo demás, francamente, poco me importa. Es decir, si intentara ser o parecer lo que pueda expresar mi ánimo, o abrir un espacio en tus reacciones siendo muy expresivo con las tragedias, o inventar una excusa que me permitiera acercarme a tus encantos, en verdad, que mi intranquilidad no sería suplida, al contrario: me vendría abajo con especulaciones, impotencia y remordimientos.

Pero volviendo a la luna, ¿la viste? Estaba nítida, luminosa, encantadora, tal si en esta noche se le hubiese ocurrido ponerse así solo para que la viera. Era tu "O" sin duda, no pudo haber sido otra. Yo la sentí muy cerca de mis ojos, casi al contacto de mis manos, ¿y acaso no estaba ahí también tu olor? ¡Lo estaba!, y lo sentí asperjado en todo tu cuerpo sin maquillaje... Lo sentí, y pronto empezó a diseminarse a través de mis fosas nasales hasta lo más profundo de mis entrañas. ¡Y ahí se quedó!

Después... Después...
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Carta 2

Viernes, 06 de junio

Estoy en C…

Se colgó dos veces la maquina y a la segunda vez, que fue cuando leí tu mensaje, me molesté con el administrador por las veces tan continuas que se reiniciaban estas computadoras. Entonces salí molesto y un tanto con el cerebro aturdido, vine aquí, a otro Internet, con el fin de encontrarte en línea, pero ya no estás. Es así que me decidí, en vista de que no me provoca hablar con nadie, a escribirte estas palabras.

Sabes, me gustaría tener al alcance de mis manos la decisión adecuada para cada acto que realizo, pero no logro concebir el acierto que merece dichas decisiones, es por ello, que a veces me suelo fijar en simplezas que terminan por ser tragedias... (en realidad no sé porqué te digo esto).

No sé, debe ser porque me encuentro lejos (me siento muy distante) y porque verdaderamente tengo la buena intención de hacer bien las cosas. Es solo que, creo q no hay una respuesta acertada para mi en ningún lado. Tú si la tienes, pero valoras más lo que pueda guardar tu entorno. Sí, eso es, a veces tu exclusión aun en lo que parece ser una simpleza o algo elemental me hace mucho mal, y eso, ya te dije, provocan tragedias. Ya quisiera que no fuera así, que todo fuese diferente, y no me alcanza la motivación, necesito más, ¿entiendes?, más de ti, porque tú eres indispensable, me haces falta...

"No te vayas de mi, te pido q me entiendas y espero poder entenderte.", pensaba escribirte, y lo estoy haciendo ahora, solo que la inspiración para poder convencerte ya se me fue y a estas alturas no me importa más que escribir y escribir.

Y si fueras una niña, te sentiría muy de mi propiedad. Te diría: "Cuando te digo q me molesta algo es porque no puedo remediar mis impulsos, perdona, pero acaso no puedes hacer algo también tú, como cambiar esa maldita idea de salir a lugares públicos, por ejemplo, o jurarme q no te pintarás hasta mi regreso..." Y te diría, también: "¿Por que no me complaces, amor? Entiende que estoy contrariado por tu actitud y tengo miedo de que alguien más entre en tu vida, es solo eso. No quiero ser molestoso ni nada, pero es eso, y tú puedes, sé que puedes. Y no pelearíamos y todo marcharía bien, porque pronto, si todo va bien, sé que nos irá mejor....."

Ahora ya no sé que será lo que pueda pasar después. Y me da vergüenza imaginarlo, esto porque no tengo valor para afrontar las dificultades por venir... Sí, es que a pesar de todo, me asusta la idea de encontrarte alguna vez y no poder acceder a ti. Me asusta mucho, saber que cuando te diga "eres mi reina", me digas "no lo soy". Me asustan más cosas, muchas cosas, y la vergüenza que siento está ligada a lo que no soy y debería serlo, para complacerte y te sientas bien junto a mí, sin que te importe lo demás...

Ya van 22 minutos y sigo escribiendo, quiero expresarte todo lo que siento y se me ocurre, ¿es el momento de que se me ocurra algo?, que de aquí me iré a casa y me encerraré en esa solitaria habitación y trataré de dormir, para que el nuevo día por venir me de otro tipo de visión (siempre he creído que después de un sueño siempre hay un nuevo día). Pero por ahora, en tanto, la verdad, estoy sumido en una profunda tristeza, incalculable. Hasta me da ganas de llorar, créeme, mis parpados están que tiritan, más yo me resisto por que hay una multitud a mi alrededor y solo me limito a escribirte...

También me imagino lo que estarás haciendo y eso es peor, porque, sabes, D…, te echo de menos, mucho, te quiero más de lo imaginas, y no soporto no poder decírtelo (he intentado llamarte y no tuve valor), la impotencia me ha tomado con fuerzas y está a punto de hacerme agonizar.

Creo q nunca te escribí tanto. Bueno, ya me voy.
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Carta 1

Jueves, 22 de mayo

Para la Reina más Reina de todas las Reinas

Quiero decirte, con estas palabras demasiadas usuales y nada rebuscadas, que no hay intención más grande en mí que no sea desear que la estés pasando de lo mejor, ahí en donde te encuentres, con quienes te rodeen y no importa en los brazos de quienquiera que fuese. Por otro lado, a pesar de que tus sentimientos hacia mí en nada me favorecen, una gran dicha me embarga al saber que tus agraciados ojos, en algún momento, se encontrarán con este mensaje, que es para ti, en absoluto. Nada más, o mejor dicho, no debería seguir. Pero es difícil, me cuesta no imaginarte. ¿Dónde andarás? ¿Qué estarás haciendo? Cuando te acuestas, cada noche, ¿en quién piensas? En mí no; seguro que si me asomo a tus recuerdos (las inusuales veces), es para inconarte la dicha, no para otra cosa. Y qué puedo hacer, dime; “nada”, dirás dentro de ti, y tu ausencia, que hasta entonces me habrá sepultado, lo sentiré cual caricia divina, con alivio. Eso o lo que venga, mientras tanto, con esta madrugada y el frío que me congela los dedos, hoy sólo quiero perderme en este laberinto de letras y no encontrar nunca la salida. Aquí es donde me siento conforme, y acaso luego el onanismo hará lo suyo y borrará por un rato tus imágenes.

Quiero decirte, también, que si con mis disculpas se pudiera aliviar todo ese pasado malo que nos envuelve, entonces, mis discursos durarían una eternidad; mas como sé que eso no es suficiente, doy por resuelto que mis pretensiones son de muy diferente cometido. Quizás solo te escriba para darte las gracias por estar ahí, viva; o quizás para sentirme bien conmigo mismo; pero más aún, mis intenciones van más allá de lo que puedas concebir: imaginarme junto a ti en un mundo lleno de perfecciones, donde no existan recuerdos malos, donde el sol brille siempre y todo esté al alcance de nuestras manos. Y contemplarte a cada segundo, gloriosa, resplandeciente, sin pensar en el ruido de las calles y sin dudas asfixiantes rondando cerca de nuestros actos. Sin esa maldita intrusión de presentimientos y reproches que nos enferma tanto, sin odios, sí con la tibieza de un abrazo y dulces caricias, sí con el eterno resplandor de los encuentros que traen consigo apacibles dichas, sí con nuestras manos entrelazadas en el tiempo sin contaminar...

Cómo quisiera modificar el tiempo y concebir el adecuado aspecto que tu agrado merece, y no ser lo que soy sino lo que tanto ansías. Volver atrás y que me encuentres con placer, con ganas de que siempre permanezca a tu lado...

Cómo quisiera cambiar tantas cosas...
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12 Respuestas





En honor a esas doce veces…


1

Deseo acariciar tus manos en un instante eterno,
lento, acorde al suplicio del tiempo,
que sigue su marcha sin detenerse…

Deseo no escarbar preguntas,
tal si tu cuerpo lo previera,
sin razón de ser, que lo es el todo.

Nada enraíza mis ánimos,
pero quiero detenerme,
aquí, donde no hay mucha luz.

Es de noche, sí.



2

Con algunas letras vertidas a través de tu tacto,
en un sobre cerrado,
envíame un pedazo de ti.
Si lo hicieres,
cualquiera que fuese el órgano de tu elección,
deposítalo con cuidado,
sin borrones.

Un pedazo de ti.
Que sea tus manos,
o tu cabeza,
o alguna parte visible:
no tu corazón,
no lo que pueda expresar tu cerebro.

Un pedazo de ti.
Ponlo sobre papel corriente,
con letra espontánea,
sin correcciones…

Para tenerte cerca,
nada más.



3

Si supiera que todo está bien,
te desearía sin control, como debe ser.

Pero sé más que eso:
o quizás nada…



4

Dame un poco de ti:
que sean migajas.

Seré feliz con ello.
O tal vez no esté hablando en serio,
y te prefiera completa.



5

Acaso no hay un resquicio por donde puedas acercarte hasta mí para mirarme más de cerca y leer en mis párpados la inocencia que arrancaste de a pocos, con premura, sin que pudiera ser ese que por las circunstancias no hizo más que detenerse y refugiarse en bregas embusteras sino, ¡cómo me gustaría que no fuese así!, aún hoy, siendo aquel que no ha movido un dedo, con gusto iría descarrilándome por un vil abismo, sin marcha atrás.

Sólo esperaré el final, en tus sábanas perfumadas, con los ojos cerrados… Tal vez todavía puedas verme.


6

Con esas puertas que has cerrado tras de mí, a oscuras, podrías no encontrar nunca la salida a tus respuestas; o es como dices, si el que no ha mentido soy yo; o es más bien de otro modo, como la espesura de tu voz quebrantada en rumores que me acarician el oído despacio, con tacto suave y delicado, de tu lado bueno…



7

El desbarajuste de mis pensamientos diseminado en tus labios,
ahondado en el boscaje de pseudos senderos dejados atrás,
es un desquiciado presentimiento que me obliga a no entenderte.

No es una continua acometida mi desosegada marcha,
ni el perdón es un aliciente que me obliga a escribirte;
nada de eso: tu presencia es una excusa inmutable,
estímulo de mi fugaz pero creciente inspiración.

Todo está dicho,
y quizás el ego no es la fortuna que me ennoblece,
quizás tus respuestas apresuradas no son el motivo,
quizás no es suficiente tu respiración…

Lo sabes ya,
acaso debería gritártelo al oído sin detenciones,
tal si no existiera otras razones que me justifiquen,
esperando ser aquél a quien prefieras por sobre todo,
sin que me sirviese de tu encanto diseminado en otros cuerpos que,
sin embargo (debo hacerme la idea)
ninguno es el mío y están por todas partes, recibiendo de ti tu canto,
vanagloriándose de poseerte, sudando por las noches,
esperando atenciones tuyas, viéndote esparcir humo por tu boca y,
con las mismas creencias que me inspiraste al inicio.

Y tu nombre, admitido en mis desvelos,
no es más que un emblema de distinción,
uno que enorgullece a quienes les ha tocado pronunciarlo en voz baja.
Sí, y tu cuerpo es aún más que eso:
es un lienzo sagrado que se contornea blandiéndose en defensiva,
alerta a las suspicacias de quienes pudieran desearte.

Hay cierta santidad en tu ser, justificada.
No hay malicia que te abrace:
no, tus deslices son benévolos;
si mientes, lo haces por tu naturaleza y tu pasado hostil;
si tus palabras embelezan, es por que buscas un refugio;
si lloras, es por que tus ojos están propensos…
No, cómo puedo decir que guardas maldad, ¡no la hay en ti!

¿Ahora qué?,
ya te lo dije: no habrá suplicios en este día.
Confórmate con tus palabras e imagina que son las mías:
cualesquiera que fueran está bien.
Dilo para ti, así es como entraré de nuevo a tu ser.
Refúgiate en mi, consuélate, échame de menos…
Yo estaré de este lado, confirmándolo todo.

Hazlo ya, es el momento.


8

Los párpados que decidiste esconder ahora me observan sin miedo, desprendidos del sueño que motiva las desilusiones; si, hoy es un castigo tu sombra, y tus manos, me van a enseñar el motivo de la divinidad que profesas… No, sólo derrúmbate junto a mis pies, ven contenta, sin rencores, acércate como quien no entiende lo que necesita sentir, y ámame, mantente uniforme con mis súplicas, escondida en tus desatinadas negativas…

Todo de ti, o partículas; tu sonrisa o tu vientre; tus manos, aliento… o simplemente, el recuerdo que se apaga con las melodías de esas canciones que componen el eco de tu alejamiento… Todo, acaso el rumor de tus pasos, acaso tus pensamientos…


9

Calculemos, juntos, sin demora,
ese tiempo que nos condena sin paz.
Juntos,
sin nadie cerca,
apartados de todo este absurdo.

Calculémoslo ya,
con precisión,
con nuestras manos,
con nuestros pies,
con todo de nosotros…
Y hagámoslo,
sin respirar demasiado,
sin asperezas,
como si fuéramos uno.

Ven conmigo,
sin miedo, sin dudas.
Ven,
restemos ese tiempo malo,
y escondamos la malicia.



10

Se consume mi cuerpo en el fuego de tus pupilas;
aquellas que me observan mintiéndome,
sin paz, desde tu cabeza llena de perfección…

No hay deleite en esta noche sin tu voz:
no lo hubo nunca; pero mejor:
que se sirvan otros de tus caricias;
que otras manos, perturben tu pecho.
¡Yo no más!

Me extinguiré sin consuelo,
llevándote en mis entrañas,
extasiándome con tus recuerdos
(perdidos ya),
en este ser que abarca el infinito,
y que es casi nada.

Y el precipicio,
como sabiendo de mis culpas, consolador,
deja que me abandone en sus fauces, con él.
¿No es acaso regocijo y no castigo,
el abismo que me ha concedido esta caída?
¡Lo es!
¡Y tus ojos no son los culpables!
¡Soy yo!


11

De esta matriz que conforma el espacio de mis manos, levanto gradas que sabrán perderse en tu regazo que alguna vez fue acogedor.

De esta matriz, digo
porque el sueño estremece:
¿no ves que no puedo?

Vibran mis palabras
con llanto oculto
sobre tus campanas,
que son tus pasos
alejándote.

¿Dónde buscar?
Quién encontrará esos pedazos de carne caída.
¿Lo sabes tú?

Va la Vida en línea recta,
con mis pesares, odio,
discapacitada de los entusiasmos,
al otro lado,
a donde no pueda tocar tus manos…

Vida, ¿tienes vida?

No importa, son palabras:
no existe el entendimiento.

No existe el sudor de tus encantos dejados en tus sábanas;
no existe nada.
Y si ves,
solo es este ser, que te acompaña…

.......................................... nada más.



12

Escarbaré recuerdos en tus pezones en busca de satisfacción. Sabrás de mí, mucho más cuando esté ausente, perdido en tus caricias negadas… O el mundo se ha escondido en esta tarde, y yo no estoy de humor para predecir lo que acontece dentro de mis ojos, que no ven, que están cerrados…

Marca las estrías de mi lengua con tu resentimiento, para que descubras la desdicha que tanto bien te hace, y salta al otro extremo, sin paz, a donde mi cuerpo aún yace desnudo, a la espera de tus ultrajes. ¡Es, aquello, tus marcas, el desprecio vendido de tus manos!

Los espejos que imaginamos no están más en ese lugar que me indicaste en nuestros buenos tiempos: se han perdido. No en vano la pasión está ausentándose con el sudor que emana de tu vientre, enjuagando mi boca, haciéndola expresiva, comunicándola con tus fascinación no habida que jamás me fue permitido explorar.

El silencio ha marcado el perdón; de todos lados el cántico de mis ensueños se verterá en los atardeceres que no se ocultan a tu calor. Con brío suave, enternecedor, tus ojos han de verme silencioso despedirme de las llagas que no dejan de atormentarme y por las cuales he vencido el claustro que me acongoja, acondicionándolo sobre mis espaldas para que me brinde calor…

No, la razón me desborda la tranquilidad; pero a ella me debo: por ella es por quien me guardo. ¡Oh! Qué razón es aquella que me desvanece y me satura de perdigones de desasosiego! Ha de ser la hermosura de tus pezones prohibidos, latentes en ser obsequiosos solo a tu tacto, o ha de ser, pensando en el desbarajuste de tus incalculables reproches, el desatino de tu aliento sentenciador, malsano a mis oídos, que me aletarga en esta inmensidad que significa tu ausencia. ¡Basta ya! Créate un lugar deshabitado, escóndete en las galerías irreales de tus pensamientos, sumérgete en mi regazo que es el tuyo, y háblame desde algún rincón desde donde no pueda verte. Háblame, sí, que tus palabras me transporten con la brisa de tus encantos; y que mi silencio sea el eco de tus rumores. ¡Yo oiré! ¡Y me acordaré a medias de tus entonaciones!
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miércoles, noviembre 05, 2008

Agonía





Primera parte


1

Abre
mis recuerdos
con tu vientre.
Con tus alas oscurecidas
describe el recorrido
del péndulo sangriento
que retiene tu cuerpo
sobre el viento.
Que tus manos de papel
recojan
mis excrementos.
Y sobre mí, pon tu dedo.

Abre las paredes
de aquel silencio atroz
que persiguen los dioses.
Sácame de esta tierra,
déjame ver tus talones,
hazme beber de tu fuente,
derrama en mí tus lágrimas
y agrieta
mis desvelos
cual dulce caricia,
con tus vahídos sueños.

Abre tus fauces
para tragarme.
Te aceptaré;
dejaré que me colmes
de saliva.
Viviré en tu garganta,
viajaré por tu lengua,
me esconderé
entre tus dientes.
¡Bah!
¡Sí seré feliz!


2

Maltrata este cuerpo
con tus faldas de odio;
que tu sudor enfríe
el mutismo de mis manos.

Apriétame las espaldas.
Si me ves caer
levántame en dos mitades.
Si voy despierto,
espántame,
acurrúcame junto a ti,
para molestarte,
para que sientas mis venas
dentro de tu sostén.

Véndame los dedos
con tu aliento
y esparce tu veneno
sobre mis relieves.

Escúrrete,
sáciate,
ensúciate,
mójate de vergüenza,
grita,
sacúdete,
sacúdeme,
vibra,
condena a tu inocencia,
mata a tu dios,
mátame.

Mas cuando la lluvia
de cuanta partida
golpee tus espaldas,
ve vertiendo
miradas de pésame.
Ve, y junto a ti yo.


3

Vamos, ya,
cuélgame ahí,
donde prefieras,
o hazlo
cerca de las sombras
de aquellos espejos
junto a tu vulva.

Sabiendo poco,
recitaré
versos de sumisión
con la boca cerrada:
diré todo
sin decir nada.
Seré ese siervo que te sirve
y complace en todo
sin serlo.

— ¿No hubo intención?
— Como quieras:
te perdono,
te perdonaré
mil veces más.


4

Quiero perderme,
ahogarme en tus espinas,
llegar a tu silencio,
saturarte de caricias,
respirar sueños,
vomitar esperanzas,
comunicar desdichas,
ensuciarme con palabras,
colgarme de tus pezones,
arruinar tus huesos,
ensuciar sábanas,
posar en tus glúteos,
arder en vano,
apagarme con tu sudor,
rodar por dentro,
gemir (suplicar no),
y quiero, sobre todo,
descender lento
hasta el comienzo,
para otra vez perderme.

Vida es, Vida.
Vida.
Vida.

De ida vas y desciendes
de la vuelta perpetua
al eterno precipicio;
De ida, detenida,
en silencio que enmudece.
Vuelta, qué vuelta.
¡La que viene!

Calla Vida,
no te entrometas:
deja de lado tus pies
y busca otras caras.
Déjame,
no necesito tu bondad,
no quiero tocarte.
Apártate ¡es mía!
¡No me arrebates esta cuerda!


5

No he sabido,
desconozco
tus encantos.

Si aún lo deseas,
puedo cantar,
puedo, bracear
con mis labios
hasta encontrarte.
Debo.

Si mares de placer
se abren en tus gemidos,
cortas han de ser las puertas
que se cierren en tu voz.

Si callas, como hoy,
no ensucies oídos:
grita
y permite que te silencie.

(Hablo de ti)

Círculos bastan,
cárceles sobran.
Ir mas allá,
tez,
a mostrarte,
es ungir de vértigos
los ojos ajenos.


6

Camina sobre mí
cuando mi sol evidencie
algún insano atardecer.

Olvida tus manías.
Si el aire me suplanta,
perdona.
Si el cielo se cae,
perdona.
Si ves la lluvia,
si sientes mi aliento,
si mis manos te cortan,
perdona.

Mas si vieras luz
en aquellos años
que el hambre
en sí guardó,
odia.
Si vieras
esas puertas
que me invaden;
si vieras
otras manos afiladas;
si vieras (¡debes ver!)
los rugidos venenosos
de otros sueños,
entonces,
golpea con fuerza,
vierte males,
destierra tu indulgencia.

Camina sobre mí,
traga arena de mi desierto
en tanto me voy perdiendo.

7

Solloza
con mis pupilas
para que enmudezcas.
Recupera mis temores,
detente entre mis canciones;
O ábreme tu ombligo
para que mis oídos
se embeban de ti.

Oh!
Qué grande es mi cielo,
qué diminuto este ser
que escribe
y busca
algún sentido
con sus palabras.

Qué diminuto,
e infinito,
e irregular,
del tamaño
del desencanto.


8

A donde
el destino
me lleve
en esta noche,
ahí he de estar
sumergido
por siempre,
hasta dar conmigo.

Recuerda:
mis brazos
te abrirán caminos.
Sabrás llegar.
Buena suerte:
es el final.

Dime,
¿es el final?
O es un sinsabor
de los paseos
que a través de las aguas
tus ojos
supieron reconocer.

Qué más da,
la peste es única,
la caída adormece,
los años muerden los pies;
Qué más da,
si los puercos
avistan mareas
que a los hombres
sumergen y matan


9

Recógeme
hoy
que he muerto.
Mañana llévame
a los espantos
que suelen aunarse
en las esquinas.

Ojos,
manos,
peldaños,
tierra.

Voy, madre,
ansío abrazarte.
Voy, espera.


10

¡Maniátenme de manos!
Sí.
Sí.
Las pupilas merecen.
Espectáculo soy,
lágrima.




Segunda parte


1

Ser minúsculo que habitas en mis entrañas,
consume mis recuerdos para que no existan.
Véndame las canas,
consuélame,
satúrame de espanto.
Hazlo, ya,
y ven conmigo,
salgamos,
llevemos la esperanza a otro lado,
lejos.

Salgamos,
ayúdame a descubrir
las canciones
que he de cantar en el más allá.
Y si acaso se acabara la paz
y mi cuerpo
sin estigmas en el tercer día,
se llegase a pudrir,
habría que implorar devolución,
habría,
para obtener el permiso,
que recurrir al dolor.

Ser minúsculo que habitas en mí,
permíteme ver mis ruegos,
aleccióname sobre el pudor,
muéstrame el ojo de tus caminos:
que tu ubre me guarde
de esta fría inmensidad.

Sabes tú de mí,
lo sabes,
eres maldito
entre malditos.

Me aprisionas,
no me dejas ser poeta,
me desconsuelas,
me debilitas.

Y de dónde vienen las súplicas.
A qué voy a recurrir ahora.
No han sido suficiente las palabras,
la melodía me hace recordar,
no quiero seguir...
Voy, ve, dile.
No puedo.


2

Alguna ortiga mansa es
vientre de mi esperma.

Mi orina
habla de fantasmas
con voz apagada.

Los nuevos son:
ellos rieron,
apuntaron por detrás;
hasta colgaron
sus avisos
entre sus hombros.

De sus gargantas flojas,
ecos componen súplicas.
De sus fiebres,
van
desde atrás
témpanos de mí.

Basta Ser,
basta.
Acallémonos,
sentémonos juntos
y bebamos de la misma copa.
Bebe mi sangre,
traga mis pesares,
mastica mis alegrías:
ya más tarde,
cuando el placer te desborde,
vomítalo todo.
Yo haré lo mismo.

Callo,
oigo,
remo,
¡al fin en la arena!
Me arrastro,
doy un paso,
dos,
tres,
cuatro, cinco...
¿Lo ves?
Huir no podemos.


3

Juegan mis manías
aburridas del viento
en jibosas espaldas.

P
a
rece dura
la caída.
¡N O H A B L E S!


4

Muerde el suelo
mi nariz:
mastica sus olores.
Vean,
qué amarga es la tierra
y qué hostil
el placer muerto.

Qué viene.
Dos.
Viene.
Iré de ti
al camino.

Iré
con lluvia
por entre los montes
hasta el otro lado.

Voy.
Dame el bar
de tus lagrimales;
dámelo,
briago seré
con pocas gotas.


5

Con mis ruegos
por alguna colina
el agua se vierte.
Va constante,
lenta,
llevando impurezas
que mi alma
ha sabido reciclar.

Van mis ruegos
con mi cuerpo herido.
Me abraza la soledad,
me abandona el pecado:
libre soy.

Sangro,
debería no mirar,
debería no respirar,
debería no moverme;
pero miro, respiro
y me muevo siempre.

Sangro,
el agua se tiñe,
mi cabeza está fría,
mis pulmones palpitan.

Muerto no,
la muerte no agrada.
Muerto no.
Yo vivo.


6

Vamos, levántate,
apresúrate...
Suenan las campanas,
la música...

La hora a llegado;
si no huyes
no habrá compasión.

¡Es la muerte!
¡Es la muerte!

Viene por ti,
a buscarte.
¡Te llevará!

(Eso me dijo un mensajero)

Y aquí me quedé
esperándola.
Está pronta a llegar
y con ella,
viene la paz
y el olvido.


7

Vidas se van
en baúles azules
Vidas,
malditas,
encuentran manos
que cogen sueños
a toda hora.

Vida.
Tienes vida, Vida.
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